viernes, febrero 26, 2010

Llegaré volando.

Hace un año me encontraba volando, volando hacia Estocolmo quiero decir, y parece que mañana hay posibilidades de volar sin utilizar medio de transporte alguno. No me pondré a lo Felipe II, en plan No mandé mi flota a luchar contra los elementos, pero los agoreros pronostican un fenómeno para mañana, con un par de nombres a cual más aterrador: o tormenta perfecta, genial para una disaster-movie, o ciclogénesis explosiva, más científico a la par que acojonante. Yo ya no se qué creer, la capacidad de asustar de los telediarios ha mermado un poco; aún sigo esperando la epidemia de gripe A, por fortuna llevo diez meses sin que me afecte ningún tipo de gripe, ni del cerdo ni del mandril.
Desde los organismos oficiales se recomienda quedarse en casita viendo una peli o un partido de fútbol, aunque lo cierto es que la programación del sábado noche suele ser atroz, con honrosas excepciones como Documentos TV o La noche temática.¡Pues menuda coincidencia! Solo faltaría que durante esta fugaz visita me dedicara a apoltronarme en un sofá que ya no existe, en compañía de mis amigas las cucarachas, que espero que tampoco existan ya. Hace bastante que no salgo de fiesta por la capital y eso es lo que pretendo hacer a riesgo de que salgamos volando. No será por falta de plumas...
Bueno, como sea que mañana voy en tren y no en globo, confío en llegar y ahora me dispongo a hacer un equipaje ligero, que no me mantenga anclado a la tierra. Tampoco es cuestión de frivolizar demasiado con las consecuencias de un temporal que ya se ha sufrido en múltiples zonas y se seguirá sufriendo, pero todo esto me conduce a la idea central de Los Abrasadores, aún no demasiado desarrollada por mi parte: no importa cuánto avancemos, seguimos siendo como meros insectos ante las fuerzas de la Naturaleza. Ahora Pigmalión nos espera, que el céfiro suave nos acompañe.

No hay comentarios: