sábado, septiembre 04, 2010

LOS CERDOS. Entrega 23.

Al Jonás solitario le sirvieron su plato principal, un cochinillo cocinado al estilo chino, no al estilo del mesón de sus padres. Cuando vio la inerte cabeza del puerquito, Jonás sintió un escalofrío, y un amago de náuseas antes incluso de empezar a comer, recordando la grotesca visión que había tenido en el locutorio. Miró a la camarera, por si acaso también fuera a percibir deforme su atractivo rostro oriental, no obstante la joven china le sonrió desde sus tersas facciones. Jonás bebió cerveza y trató de sosegarse un poco. Luego probó la carne que, al margen de otras consideraciones, encontraba deliciosa.

Jonás y Penélope degustaban varios platos en los que el cerdo, si aparecía, era agridulce y sin rostro identificable. Penélope tenía cierto manejo en el uso de los palillos, había tratado de impartir unas nociones básicas a Jonás pero los alimentos se le caían antes de llegar a la boca. Además, Penélope le notó tenso, y no por su poca pericia a la hora de usar esos instrumentos.

- Vamos, Jonás, escupe, y no me refiero al cerdo. Tienes algo que contarme, ¿no?

- Y no se cómo decirlo…- añadió Jonás, regresando al tenedor y la cuchara- Bueno, si se, solo estaba esperando el momento oportuno, gracias por ayudarme. Prefiero ser sincero, aunque me suele costar, y disculparme porque ayer no llamé a Al para que viniese a la fiesta.

- ¿Solo eso? Pero si ya me lo imaginaba…

- ¿Insinúas que no se mentir?

- Insinúo que eres muy susceptible, je, je. Vamos a ver, Jonás, estás confundiendo varios aspectos. Primero, no creo que él y tú seáis siameses como para tener que ir de la manita a todas partes… En segundo lugar, él ya sabía de sobra que yo iba a tener esa fiesta. Pero, aunque parezca mentira, ja, ja, Al todavía estudia y cada vez se toma más en serio su carrera. No pudo ir, pero le hubiera encantado.

A través de sus palabras, Jonás supo que su amigo y ella mantenían el contacto, al margen de él; nada que no hubiera imaginado ya.

- Yo no soy posesivo, Penélope… No quisiera que me juzgaras mal. Pero es que con vosotros siento una sensación… Bueno, parecida a la que sentí ayer, como de estar fuera de mi mundo. No me siento inferior, desde luego, me siento fuera. En ocasiones también me pasa con Al, pero con él he desarrollado una larga amistad y por eso no importa que a veces parezcamos de realidades opuestas.

- Natural… No quiero hacerme la lista, pero es evidente que tú al principio no tenías el menor interés en mí. Querías juntarme con tu amigo porque, como has señalado, nuestros mundos están más cercanos. Pero la vida no siempre es tan lógica, Jonás. Luego vinisteis a mi casa y pasó lo que pasó. Ahí está la clave. ¿Qué pasó? Ni tú estás saliendo conmigo, ni lo está haciendo Al. Vivimos un triángulo pero no un triángulo amoroso, luego no hay razón para los celos… Trata de mirarlo como una de tus fórmulas químicas: vosotros dos sois complementarios, por eso me gusta estar con vosotros. No quiero dos novios, ni un novio, solo espero que en el futuro podamos ser tres grandes amigos, y que hagamos lo que nos de la gana.

- Ojalá sea así, pero no veo esto tan fácil…

- Nadie dijo que lo fuera- comentó Penélope.

- Me alegro de que seas mi amiga, porque necesito tu ayuda. No entiendo algunas de las cosas que me están pasando últimamente. Por ejemplo, la noche que estuvimos los tres juntos. Mira, no voy a mentirte, me pareció un momento mágico, inolvidable… Pero no se cómo asumirlo. Me cuesta. ¿Podría entenderse también como una fórmula química?

- Ya lo creo. Dentro de esa fórmula, yo para vosotros no solo fui un fin, sino también un medio.

- ¿Un medio?

- Sí. Un medio de que llegarais a hacer algo que posiblemente no habríais hecho de haber estado los dos solos.

- ¡Penélope!

- Vamos, no te enfades porque te abra un poco los ojos. ¿Qué es lo que temes?

- Temo a los sentimientos contradictorios, a los valores que se vuelven relativos… No se, temo pero tampoco me avergüenzo de temer.

- No lo hagas. ¿Qué me vas a contar a mí? Un día estás bien y al siguiente quieres cortarte las venas. ¿Qué hay más relativo que eso? ¿Temes ser homosexual? No lo eres. Y yo tampoco, ja, ja. Si lo fueras solo me pedirías consejo, pero tú quieres más que eso de mí.

Jonás se encogió de hombros, sin pretender negar lo evidente.

- No se… Quizá lo mejor sería que me dedicara a mi trabajo. Creo que es lo único que puedo dominar.

- Eso es porque tu trabajo funciona bajo unos parámetros científicos, que sin embargo no valen para la vida en general… Tendrás que ampliar tu visión, Jonás, es inevitable.

Penélope se mantuvo en silencio durante unos segundos, mientras se llevaba a la boca los palillos con un puñado de arroz. De repente sonrió ante Jonás, quien no había sabido hasta entonces qué replicar.

- ¡Qué leches! ¿Sabes qué? Para mí también fue una noche inolvidable. Mejor, mucho mejor que otras experiencias similares que he tenido. Bueno, tampoco quiero que pienses que soy una furcia… Aunque hay cosas peores que eso.

- ¿Y qué la hizo mejor, si puedo saberlo?

- Posiblemente cómo surgió. En otras ocasiones monté tríos, pero eran como un acuerdo cerrado de antemano. Sin embargo, aquella noche… ¿Sabíamos lo que iba a pasar? Yo tenía ciertas pistas, pero no podía ver el desenlace de todo aquello. Al tampoco.

- Y yo mucho menos…

- ¡Pero surgió! Parece una fantasía, pero es como si en verdad el ambiente dionisíaco del cuadro se nos hubiera contagiado.

- Por no hablar del Lambrusco…

- Sí, pero tú en ocasiones anteriores te habrás emborrachado mucho más sin llegar al punto de acostarte con tu amigo, ¿verdad?

Jonás miró a las mesas situadas más cerca de la suya, y luego asintió.

- Seguro que esa experiencia volverá a repetirse en el futuro- prosiguió ella- No quiero elegir entre vosotros. Podré estar con uno, con el otro o con los dos a la vez… Si le preguntas a Al, te dirá que nos hemos acostado más veces. Y lo hemos hecho porque él así me lo pidió. ¿Es eso lo que quieres, Jonás? Quizá sea tu orgullo el que lo impida, tu orgullo el que te está jodiendo.

- Suele hacerlo bastante…- reconoció él.

- Entonces ya sabes cuál es el problema. Tú, él… Cada uno me gustáis de una manera. Pero no podéis atarme, eso no es posible. ¡Ya intentaron hacerlo! A lo largo de mi vida ya he sufrido demasiadas presiones, demasiados hilos que quisieron manejarme y al final todo eso me llevó al borde la muerte… Creo que ahora estoy en la cúspide de mi libertad, sí. ¿Por qué voy a renunciar tan pronto?

- No deberías hacerlo- comentó Jonás, queriendo ser comprensivo aunque su voz dejaba traslucir un suave tono de amargura- En fin, creo que debería llamar a Al, será lo mejor. ¿Me permites que le cuente la conversación que hemos tenido?

- Si lo ves necesario… Pero ten en cuenta que, lo mismo que te he dicho ahora, se lo he dicho él, aunque sea con otras palabras. Creo que sería más necesario que hablarais de vosotros, no de mí. A mí me acabas de conocer, Jonás, pero lo que hay entre vosotros tiene más largo recorrido, sea lo que sea. Ojalá puedas averiguarlo, pero te digo de entrada que eso tampoco será fácil.

- Lo se…

Jonás salió del otro restaurante chino. Esa noche no había bebido demasiado aún, sin embargo pareció deambular sin rumbo fijo por las céntricas calles adyacentes al local.

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