miércoles, mayo 18, 2011

Tendencias mujeriles y varoniles.

Estoy asistiendo (al menos por las dos semanas que quedan) a una asignatura muy interesante en varios sentidos, Sociolingüística, si bien confieso que la cogí de rebote. La semana pasada estuvimos analizando las diferencias entre, por llamarlo de algún modo, el lenguaje masculino frente al femenino, en varios niveles. Respecto al léxico, confieso que me resultó un apartado chistoso. Supongo que las encuestas en las que se basarían para establecer las tendencias varoniles y mujeriles estarían ya un poco desfasadas, pues se trata de un campo que cambia con rapidez y ya se reflejaban ciertas transformaciones del tipo Estoy hasta los ovarios frente a Estoy hasta los huevos.
Esto de las tendencias, que no verdades absolutas, me sonaba a hombres cien por cien masculinos frente a mujeres cien por cien femeninas, si es que es posible esa concepción sin resquicios. Sea como fuere, yo no me sentía identificado. ¿A quién le hicieron esa encuesta? ¿A Torrente o a habituales de algún afamado pub del Húmedo los sábados por la noche? Eso de referirse a las zonas, ejem, erógenas de la mujer como muslamen o culamen... La última vez que escuché a alguien usando el sufijo -amen fue precisamente a una mujer. Y esos vocativos del tipo chati, princesa, nena, etc, etc... Nada, todo muy manido.
Pero mucho más divertido es contemplar las supuestas tendencias mujeriles. Esos eufemismos sí que ahora no se llevan, o al menos a mí me suenan repelentes, soltar Estoy mala para aludir a la menstruación o no digamos ya usar una cursilada como pompis para referirse a una parte de la anatomía humana tan digna de aprecio como el culo, al margen de que la función principal que tenga asignada no esté muy bien vista.
Es una auténtica pena que el trabajo de Gramática que tengo que hacer no sea tan entretenido como hablar de estas cosas. Es como entrenar con pesas, manejando dos manuales tan pesados en todos los sentidos... Alguna curiosidad aislada me entretiene, como que, mientras que en España se dice el tanga, en América suele ser común la tanga. Pero mejor será alejar de mí la imagen de esa ínfima porción de tela, pues ya en la facultad me ha dado calenturas, entre eso y la tensión baja estuve cerca de desmayarme. Suerte que mis hormonas se controlan mejor que las de ese ricachón francés que por lo visto puede ofrecer un millón de dólares por su fianza cuando lo más sensato hubiera sido que se los gastara en prostitutas de lujo con las que calmar su ansiedad de sileno.
En fin. Disipemos, al menos momentáneamente, esas trampas libidinosas puesto que estamos llegando al momento de la verdad. Sí, ¿de verdad es posible que acabe alguna vez este fucking never ending curso? Pronto lo comprobaremos...

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