domingo, septiembre 11, 2011

Estampas matritenses (y II).



Aprovechando que la edición de entradas de este blog parece haber felizmente cambiado a mejor, voy a dedicar esta segunda parte a la memoria de aquellos amigos a los que las razones profesionales, o de otra índole, han llevado a establecerse en la capital, como también yo en su día estuve allí hasta que decidí regresar a por Filología, pese a considerar que cinco años podían ser demasiados. Pues ya veis... Pronto empieza el último acto. ¡Telón!



Yendo por la céntrica Malasaña, te puedes encontrar de todo, como esta terraza situada enfrente de un cine X (¿pero queda alguien que vea ese tipo de películas en sitios así? O acaso irán a... Miedo). Ahí arriba estoy con Nacho, y este posa con Jose no en el sofá de su casa, sino en un bar de la calle Barco, con una decoración muy hogareña a la par que confortable. Tanto, que nos dejaron entrar con unas deliciosas pizzas cortadas al peso en un establecimiento de al lado, de una masa fina y muy diferente a los mazacotes de esos puestos abiertos hasta altas horas de la madrugada y cuyo fin principal parece ser el de absorber el alcohol a través de toda su grasaza. 



No querría terminar sin tener un recuerdo para un buen amigo y seguidor del blog. Una parada antes de bajarme en Majadahonda, en el tren sonó la metálica voz de El Barrial. Centro comercial, y sentí un escalofrío al pensar que había atravesado un agujero temporal para retornar a algún domingo en el que me tocara currar allí, como ese en que llegué un poco tarde y me cayó la bronca, para luego comprobar que el jefe picajoso se dedicaba a perder el tiempo de charloteo durante media hora. Nevermore! Costó que nos hicieran la foto, puesto que la cámara es ya una señora de edad que tiende a apagarse cuando siente el contacto de unos dedos extraños que no sean los míos. No obstante, aquí está la instantánea, y, si no me dan el coñazo con insistencia en la facultad, espero regresar para otro cónclave Hopewell-Tis, con la posibilidad de integrar otros invitados. 



Y ahora, vuelta a la realidad, próxima parada: automatrícula. Tiempo de parada: corto, como sea que ya he elegido las asignaturas y habrá que tocar madera para que no me haya equivocado. Así que a empezar con espíritu elevado, llevando el lema, aunque se repita, de El viaje llega a su fin

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