martes, julio 31, 2012

Mi gran boda leonesa.




Ha sido este un año propicio para bodas y nacimientos, aunque algunos de estos eventos los he visto a través de personas con las que ya no guardo mucho contacto. No ha sido así en el caso de mi hermano Gui y Bea, cuya celebración del pasado sábado me pareció original, divertida, plena en detalles sorprendentes, muy lejos de cualquier soporífera ceremonia religiosa. Y dicen que es más bonito casarse por la Iglesia... Bah, el enlace en sí se concertó en el juzgado, pero la celebración en El molino de Ángel tuvo una emotividad tan fuerte que casi se me saltan las lágrimas. Bueno, mientras fuera de emoción y no de envidia, porque ya me gustaría tener una boda así, ja, ja. 
Aderezada de vídeos, canciones, y la sátira y los textos bien escogidos del doctor en Lingüística Mario, futuro asesor de mi persona a la hora de escoger salidas a la carrera, la boda pasó rápido al, por decirlo en plan revista, cocktail, y de ahí a una suculenta cena, de esas que provocan sepulturas llenas, por suerte (o por desgracia, con toda el hambre que hay por el país) me dejé parte de la paletilla y así pude visitar la discoteca junto a un puro del estanco de mi familia, que me acompañó durante casi toda la noche; no quise apurarlo, valga la redundancia, más allá de la vitela, no fuera ello a retrotraernos a los tiempos de La colmena; además, yo no soy fumador. Ni siquiera fumador social. Si hacemos la analogía con la orientación sexual, sería un no fumador-flexible. En grandes eventos como este, las costumbres propias se relajan y los excesos, en justa medida, pueden ser bienvenidos. Por otra parte, siempre preferiré un buen puro o una pipa meditativa antes que esos cigarros con mil aditivos, que se acaban en un momento y cuyo precio provoca sonrojo. 




La pena, para mí, es que la fiesta en el propio molino no hubiese durado más, porque era un sitio bastante más acogedor que el Studio 54, al que nos dirigimos después en el autobús, como si se trataran de los tiempos de la Oh! León. En esta discoteca, distante no en nombre sino en ambiente a la neoyorquina de Warhol y Capote, al comienzo los invitados éramos los amos de la pista, aunque luego fuimos siendo engullidos por otro enlace y, sobre todo, unas cuantas despedidas de soltero entre las que había algunas vacas locas, literalmente así vestidas. 
Entre los supervivientes a las siete de la mañana había tres abrasadores y un visitante de Suecia, Pedro. Ni él ni yo fuimos capaces al día siguiente de asistir a la comida post-evento. Bajo mi criterio, una fecha mal escogida, los almuerzos en Año Nuevo y después de bodas debieran ser trasladados... Ahora, el listón ha quedado alto. Para mí, después de haber buscado pareja en este curso de forma infructuosa (y todavía estoy en ello), lo de hablar de bodas me resulta lejano, y cabría pensar si se trataría un enlace secreto, como los que se estilan ahora, o un enlace por todo lo grande. Más me preocupa ahora mismo encontrar trabajo y, como este, quizá para casarme tenga que irme también lejos. El tiempo dirá, y espero ir informando por este canal. 

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