lunes, abril 27, 2015

Tupper Trip.



A priori, mi última visita al Reino Pera de Madrid antes de que las próximas elecciones cambien tanto la alcaldía como la presidencia de la comunidad. La antigua responsable de este último cargo, postulante ahora al bastón de alcaldesa, expresaba hoy su propósito de que no haya gente durmiendo en la calle (en el centro, se supone), para dar buena imagen al turismo. ¿Y dónde iban a dormir? Cada vez hay menos bancos y más terrazas. Se da el caso, como pasa en la plaza de Ópera, de que los bancos han sido divididos en dos a través de una barra. Una cuestión práctica si te sientas a esperar a alguien, leyendo un libro, no tan cómoda si quieres dormir allí. Claro que hay quien se ve obligado a dormir, de forma literal, debajo de un puente, como vi junto a Plaza España. Más que molestar de manera estética, molesta el problema de fondo que origina la situación, por no hablar de mi desconcierto ante el hecho de que alguien pueda conciliar el sueño en un recodo de tráfico continuo. Hay otros aspectos que los turistas agradecerían, por ejemplo, recuperar las antiguas frecuencias del metro, ¿no? 
Como sea que no todo lo que han hecho en los últimos años ha sido malo, en el Matadero de Legazpi había una exposición que venía ni que pensada a propósito como epílogo de Research Matters. Estaba dedicada al colectivo Guerrilla Girls, conocido sobre todo porque sus integrantes se cubren con máscaras de gorila. Es un grupo feminista que se dedica a realizar performances, pegadas de carteles y otras campañas con el fin de denunciar la desigualdad, en primer lugar, de la mujer creadora en el mundo del arte, y también dirigen sus críticas contra la industria del cine, las leyes discriminatorias, etc. Tuve la suerte de coincidir con los últimos días en que se exponía. Esta semana, durante el puente, llegará la marabunta de Game of Thrones, la exposición más multitudinaria que se haya hecho nunca en ese recinto y a la cual no podré ir. Da igual. Puestos a ser mitómanos, todavía me queda la de Cuarto Milenio en Gijón. 


Ya van tres años que coincido con mi hermano Pedro durante la excursión que le trae aquí junto a chicos y chicas de su escuela, además de otras profesoras. El viernes cenamos en un sitio más castizo imposible, con el toro de Osborne omnipresente en todas partes. Mucho tapeo pero menos apetito, al parecer, ya que me endosaron cuatro tupperwares con los restos. Algunos de los cuales, junto a otros que me cayeron al día siguiente cuando les fui a buscar a un restaurante gallego, me han acompañado hasta León. Aquí no se tira nada, mucho menos con los precios que se estilan en la zona turística matritense... Lo más rentable, claro, sigue siendo ir a un bufé oriental. Eso hice el sábado con el amigo y viejo conocido de este espacio Hall. En una tarde muy productiva, luego estuve con Clara y Juanjo en la plaza de Chueca. No cayó el diluvio de azufre y lava de Sodoma y Gomorra, pero sí un diluvio a secas, que quizá quisiera lavar tanto pecado allá suelto. Suerte que allí son más que previsores y una sombrilla lo mismo quita el sol que el agua. Mojarse, solo la garganta. 


Y aquí estamos, unos días en León antes de que comience el curso para el que ya me he matriculado de formación transversal. Volveré a Madrid, aunque con perspectivas a salir desde allí a Segovia-La Granja, imagino que cuando ya haya pasado la vorágine electoral. Para muestra, la división colorista del sábado en la plaza de Legazpi. Mañana, naranjitos. Tarde, moraditos. Suena chistoso, pero así fue. Nos espera un mes pero que muy animado, ya no solo en el ámbito de mi investigación. 

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