domingo, abril 05, 2015

Genaríada.



Me sorprendió un poco, pero no demasiado, encontrarme en la facultad de Oviedo un cartel que anunciaba San Genarín, un tour completo como si se tratara del Saloufest, con todo incluido: autobús, bebida... La resaca del día siguiente, a cuenta de cada cual. Eso de San Genarín es denominación nueva, siempre fue El entierro de Genarín, o simplemente Genarín. Para disgusto de las cofradías tradicionales, también en las noticias de la Cuatro dijeron San Genarín. Otro año más que se acuerdan de nosotros para la procesión pagana que, sí, un año más presencié, y esta vez como nunca. Podría haberme quedado en este santuario ovetense, pero, en fin, la Semana Santa siempre llama, aunque solo sea para tres días. 
Esta vez no solo nos cruzamos con la procesión en el Húmedo, poco después de medianoche, sino que nos desplazamos a la calle de los Cubos para ver la ofrenda al padre Genaro, quien ni en sus más etílicos sueños podría haber imaginado la repercusión que iba a alcanzar. Se hizo de rogar, eso sí, hasta las dos de la mañana no llegó la comitiva. Tras los versos burlescos y el copina de orujo de rigor, el hermano colgador, bien pudiera llamarse hermano spiderman, se subió, imagino que sobrio, a la muralla para depositar la naranja, el queso, el pan y, of course, el orujo, inmortalizado por cientos de móviles, como se puede comprobar. 
Fue el digno broche de una semana más corta que otros años. Lógico. Ayer se publicaron las bases de la beca para mi doctorado. Descansado y preparado para el recital de papeleo por delante, me he traído todo lo que considero necesario para ese fin. Lo entregaré la semana que viene, con tan solo un paréntesis: la visita de mi hermano Pedro, que no llegó a Genarín pero sí a san Sidrín, que permanece todos los días operativo a cinco minutos de mi casa. Brindemos a su memoria con un culín o culete, el diminutivo a gusto del consumidor. 


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