jueves, diciembre 22, 2016

Último año (entero) ovetense.



Voy a brindar con un glögg de azafrán que pillé en Ikea por el desenlace de este año en Oviedo (el verdadero desenlace lo pasaré en León). Y merece la pena brindar, porque ha habido una mejoría evidente. No tanta como yo querría, pero mis expectativas eran bastante altas, expectativas e incluso fantasías que rara vez se cumplen. De todas maneras, la segunda mitad del año realmente ha tenido la consistencia necesaria para justificar la estancia aquí, más allá de la tesis que es la verdadera razón y en la que he cumplido el objetivo de tener unos cien folios antes del cierre de año. 
He tenido la suerte de conservar amigos que hice al principio, también de conocer otros como el que me hizo el retrato de arriba con Pingu, en la pista de patinaje en la que no patiné apenas pero, en fin, una experiencia más y un poco de variedad en los planes sociales. Tal y como he indicado en el título, creo que este será mi segundo y último año íntegro en Oviedo. Dije tres cursos, ese era mi límite. Si hay prórroga (motivada por detalles secundarios), la puedo pasar en otro lado. Aunque, claro está, no puedo mirar el futuro. Qué bien hubiera venido una bola de cristal a finales del pasado año... Pues eso. God Jul! Quedémonos con lo bueno y, de todos modos, ya dejaré las reflexiones para más adelante. De momento, hace un radiante sol de invierno en Pumarín City. Excelente para iniciar unos días de desconexión.

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