domingo, mayo 07, 2017

Día de la Madre.



Ha resultado toda una inspiración el libro del monje zen Thich Nhat Hanh que casualmente encontré en la mesa de intercambio de mi facultad el Día del Libro. No es que pueda suscribir todo lo que dice... Eso de que no se debe probar una gota de alcohol, je, je, vaya con el Hanh. Radical en exceso, como en su valoración de las películas violentas. A mí me gustan y no por eso he sido violento en este piso, ya lo he demostrado. Lo que sí me llegó al corazón, como si ese último capítulo hubiese sido escrito para mí, fueron unos fragmentos llegando ya al desenlace. No encuentro mejor reflexión para un día como hoy que esas palabras ajenas. 
Dice el autor: Incluso el día en que nuestra madre fallezca será un día de continuación, ya que seguirá perpetuándose en muchas otras formas. Hablando de una amiga suya que estuvo cuidando a su propia madre de 93 años, recuerda las palabras que ella le dirigió a la misma: Este cuerpo no es solamente tuyo, tu cuerpo es mucho más grande (...) En nuestro interior tú permaneces muy viva (...) En tu juventud fuiste capaz de enseñar a mucha gente a cocinar y a hacer muchas otras cosas. Hiciste feliz a la gente. Ahora estamos haciendo lo mismo, continuamos la labor que tú empezaste. 
Prosigue Hanh: Esta es una meditación sobre el no yo. Ayudó a su madre a ver que su cuerpo era tan solo una pequeña parte de su verdadero yo, y ella comprendió que cuando su cuerpo fallezca, continuará manfiestándose en muchas otras formas. ¿Quién puede decir que tu madre ha fallecido? (...) Cuando sientes a tu madre en la dimensión última, ves que ella continúa aún en ti. Lo mismo ocurre con una flor. 
Con una flor, sí, como la flor del Naranco con la que he querido ilustrar esta entrada. Me ha parecido tan apropiado este texto, tan en consonacia con el espíritu de mi propio poemario, que ahí lo dejo. El espíritu del renacimiento. El espíritu de la primavera. Eso es lo que de verdad importa. 

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