viernes, junio 30, 2017

El Orgullo ha vuelto.


 En realidad, el Orgullo ya había vuelto a León el año pasado, lo vi pero no me quedé. Me arrepentí en su momento, claro que las circunstancias eran diferentes. De un año para otro se pasó nada menos que de unos treinta y cinco grados a veinte o así, suerte que no llovió. Y, del reducido entorno enfrente del Ayuntamiento, a un recinto más diáfano como el de Espacio Vías. Si algo bueno tiene el que, a diferencia de la edición anterior, la bandera no se haya izado frente al Ayuntamiento, es que el nuevo emplazamiento me producía menor agobio. Y, como centro juvenil, también transmitía algo simbólico. Bastantes chavalas y chavales se unieron a la concentración y manifestación, bastantes para lo que hubiera esperado. Eso siempre es una buena señal.





 Ahora mismo no pertenezco a ningún colectivo. Aquí tenemos Xega, con un correo que les mandé, no respondido y alguna tentativa de pasarme por la sede; allí está Awen, que organizó lo del pasado miércoles. He ido por libre a estos últimos actos, el del 17 de mayo en Oviedo, luego el festival de Avilés y finalmente el Día del Orgullo esta semana. Siempre he considerado la opción de implicarme más, algo que no sucede desde aquel Orgullo del 2012, el último en Botines y en el que incluso leí el manifiesto; no obstante, tal vez temí que la investigación de mi tesis, muy en relación con estas temáticas, fuera a verse algo resentida. No se, es complicado hallar un equilibrio. Aunque, quién sabe, quizá de haberme integrado en alguno de estos grupos no abandonaría la ciudad.




Al margen del activismo en colectivos y similares, siempre que pueda me uniré a este tipo de eventos. ¡Y que siempre puedan seguirse celebrando, especialmente en ciudades como León! Siempre son susceptibles de mejorar pero, ahora que yo lo veo desde la barrera, tampoco voy a criticar ligeramente su funcionamiento. Me gustó bastante, como revival, que nos juntáramos una pequeña representación de integrantes del anterior colectivo. El espíritu no ha cambiado. Y también que, a diferencia del año pasado, la manifestación sí cortara la calle. No soy muy dado a manifestaciones, pero así funcionan, ¿no? Terminamos en los sindicatos, as usual. Para concluir un día mágico, concierto de La Oreja con sus cometas en el cielo, un canto a la diversidad como la misma Leire señaló en consonacia con la semana del World Pride. 




Y, obviamente, no, no he ido al World Pride. Estoy en Oviedo, tiempo otoñal a ratos. Si llego a saber que en Madrid no iban a llegar a 30 grados... Lástima. Pero no, ya no iba cuando tenía piso y tampoco ahora. Todos los orgullos son necesarios pero el acto del pasado miércoles, además de celebración, tenía un aura ya como de resistencia. Me alegra haber formado parte de ella. Tanto de esa como de las pasadas, ya desde 2004. De eso sí que puedo estar orgulloso.

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