lunes, junio 26, 2017

Fiesta en el infierno.


 En esta noche de San Juan, finalmente, me uní al plan Candamia, plan outsider pero no por ello peor, como pude comprobar. En anteriores ediciones no había asistido, primero porque celebrabra el santo y cumpleaños de Juancho, invariablmente en el río junto al resto de marea botellona; cuando este tren etílico ya se nos pasó, coincidiendo en 2012 con el fin de mi carrera, los años siguientes no pude acompañar a la expedición dado que esta ni siquiera se puso en marcha por problemas meterológicos. Por suerte, el viernes hizo muy buen tiempo, calor primero y fresco de anochecida allá arriba. Portando las viandas, subimos una empinada senda por unos diez minutos, mereció la pena por las vistas y tranquilidad de las que disfrutamos posteriormente.



 Noche de bruxas, con el cielo se diría inyectado en sangre, aunque la cámara de mi móvil no pueda hacer entera justicia a la transición de colores. Y, por supuesto, tampoco tiene la resolución suficiente como para que hubiese retratado algunas de las estrellas, planetas o constelaciones que, en ese marco, pudieron percibirse mucho mejor que en la ciudad. Lástima que sea tan ignorante en ese terreno, casi todo me parecieron puntos blancos. Ya en plena noche, bajamos sin dar un triste traspié y regresamos a la civilización, por decir algo.



Eso por lo que respecta a la noche de San Juan. Al día siguiente, el plato fuerte consistió en el concierto de Fangoria; al menos para mí, porque al resto no le motivó especial entusiasmo. Yo no soy fanático, ni de ese grupo ni de ningún otro (empezando por la Oreja, que toca el miércoles), pero reconozco que me atrae por sus sanas dosis de petardeo, evidente entre el público, que a menudo esconde unas letras de buena calidad, así como el espectáculo que ofrecen. Y qué decir de clásicos como el A quién le importa, himno oficioso de un Orgullo que en León también se celebrará, por más que sea en versión mini. El directo valió la pena, incluso aunque la verdadera fiesta en el infierno se produjera al acabar, cuando se formaron varios tapones en las salidas de la plaza. ¡Vaya! Parece que toda la seguridad se haya reservado para el World Pride, donde también tocarán, desde luego. En realidad, el concierto fue solo el aperitivo para mí. Ya no suelo trasnochar, excepto cuando la ocasión lo merece, como fue el caso. Un par de cañas con los colegas, en la feria de la catedral y el Harvard, y luego una esperada cita, ya bastante postergada. Me faltó tiempo para apurar la noche. Y no deja de ser una ironía, porque venía de un fin de semana anterior en Oviedo que fue absolutamente tranquilo (de vez en cuando tampoco es malo de por sí). Si mi regreso a León tras la mudaza va a mantenerse en este tono, bienvenido sea. 



No hay comentarios: