domingo, diciembre 31, 2017

Cierre por demolición.


Acaba este año a la carrera, y bien está que acabe. Sin ser malo, no ha cumplido expectativas, ya me he referido a ello y también soy consciente de que en algunos campos mejor será rebajar un poco dichas expectativas. Me he permitido el lujo de tomarme un par de días de eremita esta semana navideña, sin importarme el qué dirán. Un freno necesario. No obstante, antes de ello nos desplazamos una vez más por Nochebuena; en esta ocasión a Astorga, ciudad milenaria y que, desde mi perspectiva personal, alberga cierto sentimiento fúnebre de escaso consuelo. Antes de llegar allí, comimos en El Capricho, y ahí estoy con mi neo-bigote de Poe posando delante de las bodegas, o casas de hobbits. 





 Hubo hotel y spa al día siguiente, para rematar el chuletón de buey comimos en Navidad el cocido maragato en Castrillo de los Polvazares, espero recordar bien el nombre del pueblo porque ya me satura tanta excursión. En todo caso, un sitio bien bonito, como se puede comprobar en la foto de abajo. 



 Tradiciones navideñas que no suelen fallar, aunque el año pasado no pudiera apuntarme, en este sí que retomé la saga de Star Wars, con la presencia de Yoda en la sala; el cual, ya en su versión fílmica, me ha dejado el que será mi lema para el próximo año: el mejor profesor el fracaso es. Cierto. No se si llegaré a defender la tesis o no pero tengo algo muy claro: voy a ganar de todas maneras. Incluso en el, ahora mismo, improbable caso de que me descabalgaran del doctorado en Oviedo, no solo el fracaso me haría aprender sino que, con todo el conocimiento que me ha aportado este proceso, el fracaso en realidad no existiría. Así pues, rescataré un poco del optimismo al que me refería en mi última entrada, deseando un feliz año. May the Force be with you. 



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