domingo, diciembre 23, 2018

El día más corto, la noche más larga.



Hay tradiciones navideñas para todos los gustos, más o menos aceptadas. En mi caso, suelo ponerme malo por estas fechas pero lo cierto es que no lo hago a propósito, para evitar compromisos sociales; es una época favorable para ello, creo yo. Al menos en mi caso, pero el otro día, coincidiendo con el solsticio de invierno, me dio fuerte. Yo había quedado relativamente pronto para ir al monte con Ricardo y Ana pero no fue necesario poner el despertador, me pregunto si dormí algo en toda la nochecita toledana, en la que empecé a delirar en algunos momentos, recopilando escenarios, personajes y situaciones de la saga Torrente. No quise rajarme, de todos modos. El monte llama, y entre el resto de excursionistas y yo juntamos una buena farmacopea para permitir llegar arriba, aunque fuera apenas medio vivo. Y, como la niebla no fue obstáculo, allá subimos, hasta la collada del Fontún. Hacer cumbre estaba, por lo que a mí respecta, out of the question. Tiempo habrá para ello, supongo. Además, mañana regreso a la montaña para Nochebuena, como hace dos años. Drogado o no, habrá que celebrarlo del mejor modo posible. Hasta Año Nuevo no vuelve a ponerse en marcha la maquinaria, después de que ya envié uno de los artículos importantes, el reformado para Asparkía. Así pues, mientras espero a que mi garganta recupere su tamaño original y que no me vea papudo en el espejo, os deseo felices fiestas. Y saludables, indeed




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