domingo, mayo 12, 2019

Viva forever.

El cómic de Maldita tesis sigue siendo una de las grandes obras de referencia de este doctorado, pese a que no lo he utilizado como fuente (y no es posible que lo haga, a menos que lo introduzca en los agradecimientos). Sin embargo, ¿podría decirse que esta tesis está maldita? Cada vez lo parece menos. El lunes me llegó la bala de plata, último recurso que, irónicamente, llegó en tercer lugar, cuando ya apenas hacía falta. El artículo basado en mi ponencia del congreso de Mundo Hispánico fue pre-aceptado, como suponía, con los mejores informes hasta la fecha. De hecho, la coletilla de publicable con enmiendas se la pusieron las y los editores, no los informes. Ayer lo envié de nuevo. 
Se rompió, al menos, una maldición este año, la de los artículos; no obstante, a lo largo de este doctorado he sufrido varias pérdidas, de personas más cercanas o de paso más ligero por mi vida, y no solo yo, también amigos o personas relacionadas con la tesis tuvieron que sufrirlas. Esta semana se confirmaron mis peores augurios, aquellos que me surgieron el año pasado pero que, hasta ahora, no me había atrevido a investigar a fondo. Se ha ido uno de los primeros amigos que hice en Madrid, allá por 2005. Es cierto que, una vez me trasladé a León para retomar la carrera, el contacto se había ido perdiendo, pero no del todo, seguimos viéndonos en mis visitas anuales a la capital, hasta que, ya el año pasado, debido a la pérdida del piso allí, a mi trabajo con la tesis y al disparatado precio de los alojamientos, decidí no bajarme.
Pues bien, desde finales del 2018 mi amigo se había sumido en un insólito silencio en las redes sociales y, como sea que esta clase de espacios al menos sirven para no perder de vista a las personas lejanas, al final confirmé, a través de sus contactos, que ha fallecido y, con él, una pequeña parte de mi vida. 
Pequeña pero muy significativa, con él recuerdo las primeras rondas por el barrio de Chueca, los sábados noche en el Long Play de Vázquez de Mella, ahora Pedro Zerolo (llevo dos días tratando de acordarme del nombre de esa discoteca y, pese a la resaca, me acaba de surgir. ¡Suerte que conservo neuronas!). Fue la década pasada y parece que fuera hace un siglo. Todo ese petardeo, que a veces viene bien, se ha perdido, al igual que llevo tres años seguidos perdiendo a personas con las que tenía mayor o menor contacto, me temo que en las mismas circunstancias. ¿Un poco maldita no estará la tesis, pues? Por favor, que sea la última baja del doctorado. Con mi tesis no solo quiero hacer un trabajo científico o ganar un título, también considero que arrojo, en cierta manera, una advertencia sobre cómo la opresión sobre las personas con una sexualidad o identidad diferentes, aunque ya no tan grave como en épocas que reflejan Beatriz Gimeno y Jeanette Winterson, sigue existiendo. A veces bajo capas de glamour, de superficialidad y hedonismo vacío, pero ahí está. Y yo no quiero seguir ese camino. No lo haré. En tu recuerdo, como fan acérrimo de las Spice, titulo esta entrada, y siempre me quedarán esas memorias, a veces tan esperpénticas como las cenas en un lugar llamado Pink Pollo. Forever. 

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