sábado, septiembre 06, 2008

Era una noche triste y plúmbea.

Esta frase no solo constituye el comienzo de El diez por ciento, sino que refleja muy bien lo que ha sucedido esta semana. El otoño se ha anticipado de un modo no menos triste y plúmbeo, y eso creo que se ha reflejado en el ánimo de todos, sin embargo yo ahora me siento bastante ilusionado ante diversos planes como la renovación de esta misma novela, mi matriculación o el próximo viaje a Madrid.
Quizá, el hecho de que la luminosidad haya menguado un poco pueda haberme afectado para el ritmo de corrección. Pero, creo yo, si voy lento es porque así tiene que ser, mientras me lo pueda permitir. De El diez por ciento me siguen gustando tanto la historia como los personajes. Pero, a lo largo de los años, he ido depurando también mi estilo, y por ello tengo que detenerme párrafo a párrafo, línea a línea, de cara a limar excesos sobre los que ya muchos lectores, incluso algún crítico profesional, me habían advertido. Pero no me importa. Me costó desprenderme de los Abrasadores justo cuando estaba llegando a su clímax, pero ahora estoy encantado de reencontrarme con esos viejos amigos gracias a los cuales puedo expresar ideas que en las aventuras de los primos solo pudiera hacer de modo indirecto.
Y, como ya he dicho aquí, tengo muy poco que perder. Aún en el caso de que no gane el concurso, el lifting realizado a la novela puede valer para cualquier otro certamen o, sencillamente, por el mero placer de leerla desde otro punto de vista.
Así que este fin de semana, bajo la ambientación de ese disco de la Oreja que reconozco cada vez me gusta más, no será tanto de juerga como de creación, y eso afecta también a este blog. Pero bueno, alguna cañita caerá, espero, aunque sea pasada por agua.
Ah, mañana tengo pensado colgar otra entrada para reseñarlo, pero por si se me fuera la olla... ¡Feliz cumpleaños, Hopewell!

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