lunes, septiembre 15, 2008

La educación no entiende de físico. (I)

Se habla mucho estos días sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que ya es obligatoria para todo el mundo aunque en algunos sitios, como en esa comunidad madrileña que parece una ciudadela contra el gobierno con Agustina de Aragón incluida, ya se han preparado para hacerla frente. Yo creo que el problema de este país es que la educación es un tema que se ha politizado hasta la extenuación. Nunca se busca el beneficio del alumno, sino el rédito electoral, y así nos va. Al margen de que algunos contenidos de esa asignatura me parezcan interesantes, cuando no imprescindibles, yo creo que mejor sería establecer una materia de Educación en sí misma. Quienes me conozcan pueden asegurar que no soy dado a anacronismos, pero es que llega un momento en el que uno piensa si no se deberían rescatar esas cartillas de urbanidad (¿se decía así?) del franquismo, adecuándolas a los tiempos modernos desde luego.
No lo digo en vano. Os preguntaréis qué significa el título de la entrada. Pues bien, nada más que lo pone allí. Por ejemplo, hay una cajera del supermercado a la que siempre trato de evitar, en la medida de lo posible. Está gorda, no entremos en términos blandos como rellenita, entrada en carnes, etc. No voy a elucubrar sobre si será por genética, depresión, lo que fuera; aunque, a juzgar por el jeto que nos pone a casi todos los clientes, me inclino por la segunda opción. Supongo que el problema tiene un nombre: comisión. A ella la pagarán igual venda lo que venda, luego... Ante todo, y a diferencia del caso que veremos el próximo día (si no iba alargar el mensaje ya demasiado), aquí el físico no ha influido para su contratación. Hay cajeras guapas, feas, mayores, ¡y también cajeros! (y no de los del banco, Srta. Aído) Y me alegro por ello. Quizá el problema esté en mi mentalidad. Puede que yo considere que, para compensar su problema de obesidad (¡problema de salud antes que de estética!), la joven debiera mostrar una cara más agradable y con mejores modales, vamos, que la sonrisa es un gesto gratis y además alarga la vida. O, tal vez, mi error sea caer en el tópico, ese que afirma que los gordos son risueños por naturaleza. Pero, ¿cómo podrían serlo en esta sociedad que hace apología de la anorexia a diario? (Y conste que yo soy el primero que quiere adelgazar unos kilos, pese a que según mi IMC esté en el peso correcto) Para la siguiente entrega hablaremos sobre las leyes de competencia, pero claro, hay muchos más bares que supermercados. No dejaré de comprar allí pese a la posibilidad de encontrarme con esta voluminosa et tristona empleada, pero vamos, que si no está agusto allí, estoy seguro que con el paro que tenemos muchas estarían dispuestas a ocupar su puesto. Tanto inmigrantes como nacionales. Menos mal que está en un barrio tranquilo, que si llega a ir a ese Día en el que Alicia se largó a la primera de cambio... (me permito esta alusión dado que no se si ella me sigue leyendo, jeje)
Siempre puede haber quien me acuse de hipócrita, puesto que yo dejé mis cuatro empleos de atención al cliente (excepto uno que quebró) amparándome en la seguridad de mi familia. Quién sabe, puede que lo sea, pero al menos procuro ser educado.

PD- En realidad, la señorita que de verdad me cabreó fue la de ayer, así que espero que no se me caduque el veneno cuando tenga que escribir su diatriba.

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