jueves, septiembre 18, 2008

La educación no entiende de físico. (II)

La verdad, ahora mismo no tengo muchas ganas de hablar sobre la torda camarera del domingo, pero dije que así lo haría, luego voy a tratar de cumplir, aunque no me extienda.
En un bar al que no solemos ir, del cual no daré el hombre porque tampoco tengo intención de hacerle mala propaganda, pedimos un corto y una caña. Nada espectacular, eso seguro. Había dos camareras cortadas por el mismo patrón de mujer-florero (u objeto), con escote hasta el ombligo y tetas de esas que quieren ser imán de viejillos garrulos como los que estaban allí cuando entramos. Y, ya que pareciera que nosotros también somos imán para la gente, el bar se llenó y nos fuimos a charlar a una barra un par de metros, que no ocho, más allá. Al ir a pagar, porque honradez nos sobra, nos sorprendió ver la cara larga, afeada por ello, y los gestos de la camarera. Resulta que había un cartel que ponía que las consumiciones deben ser pagadas en el acto.
Pero no es que dijera: Perdonad, para la próxima me las podéis pagar cuando os las sirva... Para nada, más bien nos reprendió como si no supiéramos leer, como si tuviéramos la culpa por haber elegido ir a una barra ocho (?) metros más allá, barra que por otro lado ellos mismos han dispuesto. Pero bueno, mujer. ¿Y no nos podías haber pedido el dinero antes de que fuéramos para allá? Carteles como ese hay por todo el Húmedo, porque siempre se cuela algún fresco. Pero casi nadie les hace caso, y no por ello tiene que aguantar esas regañinas. Esa tía lo que está buscando es pasar unos meses en el Corte Inglés, pero no en el de León sino en el de Pozuelo... (aunque por estar buena se libraría también de muchas broncas)
Existen leyes acerca de la competencia. Si en un solo barrio se concentran, por lo menos, un centenar de bares, puedes poner uno en tu lista negra sin por ello perder nada. Esa mozuela quizá creyó que podría tratarnos como si estuviera en pandilla, craso error. Yo exijo el mismo respeto que se le deba a un señor mayor y trajeado. Y, aunque nos gusten las tetas, no vamos a dejarnos hipnotizar por ellas. Que no todo el mundo en esta ciudad es garrulo. Claro que, como a ese sitio va peña a porrillo, por perder dos clientes seguro que tampoco le pasa nada. Eso es muy relativo. Hay bares que parecen mantenerse sin necesidad de clientes... (Como ese de la música de cámara... Ja, ja. Volveré a aludir a Alicia porque ella seguro que se acuerda)
Pues nada. Tolerancia cero con las Juanis. Puede que en el cine nos quieran hacer creer que alguien así puede llegar a Hollywood (¿es que nadie podría detener eso?), pero en la vida real si no tienen un mínimo de modales que cambien la barra del bar por la de strip-tease. Y el bollo preñau que se lo coma ella, para su celulitis.

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