martes, marzo 02, 2010

PIGMALIÓN. FIN DE TEMPORADA. (I)

Pocas veces habré tenido un viaje tan corto y fructífero como este, además transido por una extraña sensación de atemporalidad. He estado con gente a la que no veía desde hacía años, pero me pareció como si no hubiera pasado ni una semana. Quizá sea porque de físico estamos todos más o menos igual. ¿Buena señal? Je, je. Un chico, al que no veía desde hace casi tres años, me preguntó si había perdido quince kilos. ¡Bueno! No es para tanto. Menudo esqueleto estaría hecho… Además, ha constituido todo un revival: comí en el chino con Oli, como antaño; tuve una salida nocturna por Chueca, como antaño… La única novedad fue el motivo principal del viaje, la fiesta de Pigmalión y también el poder ver a dos de sus directores antes de su futura paternidad, y maternidad.

No llegué volando merced al viento pero en verdad los viajes en Alvia cada vez se me pasan más volando. En el de ida observé algunas curiosas coincidencias: me pusieron un documental sobre Finlandia, parecido a uno que visioné hace unas semanas; por la radio escuché una reseña sobre un libro que me prestó Alejandro hace poco; leí un artículo en la National Geographic sobre los viajes de Colón, el tema que tratamos en la última clase de Literatura Hispanoamericana… No serían las únicas coincidencias. A medianoche, cuando iba al McDonalds de Gran Vía donde había quedado, tuve el augurio de que me iba a asaltar la misma prostituta que en verano. Así fue. Durante la cena, había visto en la 2 primero un concierto de Beyonce y luego un documental sobre alquiler de vientres, pero la meretriz negra ni se parecía a Beyonce ni yo quise alquilar su vagina por treinta euros, que fue la suma que gasté entre la salida del sábado y la comida en el chino del domingo (y ambos casos lo pasé mucho mejor de lo que lo hubiera pasado con ella).

En efecto digo que era la misma porque me asaltó en la misma esquina, y con el mismo método agresivo y casi delictivo. En plan: ¿Hablas español?... ¿Do you speak english?... Vamos a follar, a mi habitación, treinta euros… A la próxima vez voy a llevar uno de esos aparatos que dan descargas eléctricas. ¡Qué atrevida es la ignorancia! Si ella hubiera sabido que el mes pasado ya he tenido sexo del bueno, y del gratis, no creo que me hubiera dado tanto la barrila. Claro que la culpa no la tiene ella sino sus explotadores, que debieran de estar en una isla desierta rodeada de tiburones. El resto de la noche transcurrió sin incidentes y de forma muy divertida, pudimos ver a algunas criaturas tipo Lovecraft que tan solo la noche madrileña puede parir.

No por falta de tiempo, pero no pude dormir mucho esa noche. Oli ya conoce mis comidas con resaca, no menos interesantes por ello. Caminé por zonas de Madrid que no conocía peatonalizadas, como Sol y Callao. La capital se hallaba rebosante; ni crisis, ni tormenta perfecta, ni leches. La semana pasada ya había tenido mi ración de comida oriental, fuimos al Gino´s para variar pero fue imposible, retornamos al clásico chino cercano a los cines Ideal. Mi habilidad con los palillos fue menor a la exhibida en el buffet japonés, supongo que debido a mi pobre estado. En la foto me podéis ver tratando de sujetar un cuenco de té sin quemarme.

Un par de planes no cuajaron, pero son planes que perfectamente se pueden llevar a cabo en León. Uno era ver Avatar en 3D, para dejar de ser un paria social, y el otro encontrar un libro de clase. No era el día apropiado para pasear… Me estuve recorriendo bastantes tiendas, muchas de las cuales no estaban abiertas, pero no hallé nada. Mis fuerzas comenzaban a flaquear y, haciendo honor a los inicios laborales de Hopewell en Madrid, tomé media cazuela de huevos rotos en el Cañas y Tapas. Hice bien, porque en el pub de la proyección solo servían de tapa unos gusanitos naranjas y enormes, como esos que me comía de Marcos cuando era más pequeño.

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