domingo, febrero 13, 2011

ORACIÓN POR EL TRIUNFO DE LA PUREZA (I).

ORACIÓN POR EL TRIUNFO DE LA PUREZA.

He leído hace poco la novela El lenguaje perdido de las grúas, de David Leavitt. Pese a ese título, tan largo y raro, la historia, dentro del marco de una familia disfuncional, parece convencional a fin de cuentas. Dará la razón a quienes piensen la absurda, bajo mi punto de vista, idea de que la orientación sexual se transmite a través de los genes. Como yo no creo eso, diré que todo gira en torno a una casualidad de este tipo: un hijo homosexual que sale del armario y su padre, que también es homosexual, y no quiere salir. En sus dudas, este último personaje piensa que igual es bisexual, pero en el desenlace desecha por completo esa apreciación. La historia tiene la perspectiva de un novelista gay, que desliza en algún momento algún tópico sobre la bisexualidad, de forma fugaz por suerte. La parte sufriente de este triángulo es la madre, que no es del todo lo buenrollista que se podría haber pensado ante estas circunstancias. Deambulan algunos personajes más, y alguna subtrama menos conseguida. El libro no acaba de modo truculento ni sensacionalista, lo cual es de agradecer.

No quería hablar tanto de la novela como de una circunstancia que acompañó al hecho de sacarla en la biblioteca. Alguien, un antiguo lector, había dejado un marcapáginas en el libro, cosa que puede parecer normal pero que, dado el carácter del mismo, resulta sospechosa respecto a la actitud de quien lo dejó. Por un lado viene una foto de Nuestra Señora de San Lorenzo, de Valladolid, la estatua de una virgen. Por detrás, ahí está el meollo, viene una Oración por el Triunfo de la Pureza. Supongo que, quien lo dejó ahí, lo hizo como una especie de obsequio para un futurible lector, y yo acepto el obsequio con gusto, aunque quizá no vaya a responder al fin con el que fue allí depositado.

Así que el triunfo de la pureza… Hum, justo en este tipo de novela, pues no, no parece casual. Aclaro que esta no es una novela pornográfica. El sexo, cuando aparece, lo hace de modo natural, porque a fin de cuentas es natural, poco importa que digan lo contrario. Lo que de manera natural es imposible, y lo digo con todo el respeto a quien lo crea posible, es esta foto en la que una madre sostiene a su hijo y por detrás se nos dice que esa madre es virgen. Se habla ahí de la pureza de los jóvenes, la fidelidad de los esposos… Sí, todo lo que no aparece en la novela, imagino que por eso allí fue colocada. No obstante, me pregunto qué clase de persona pudo haberlo dejado. En primer lugar, sospecho de un hombre (aunque en la novela también aparece una mujer lesbiana, un rol secundario).

A dicho hombre lo veo de edad madura, más parecido al protagonista mayor, Owen, que al otro protagonista, su hijo Philip. Sí, cabría la posibilidad de que fuera parecido a Owen, pero con una existencia más difícil. A fin de cuentas, la familia de la novela vive en Nueva York. ¿Que el hombre no quiere salir del armario? Pues nada, tiene cines pornográficos para gays (es una novela antigua, claro; teniendo internet, ¿quién necesita ahora cines?); tanto padre como hijo disponen de discotecas y bares de todo tipo para personas como ellos. Aquí en León no hay opciones de esa clase, ni cines en ese sentido ni muchos bares, que se podrían contar si acaso con la palma de una mano.

El sospechoso, pues, estaría lógicamente reprimido sobre todo por su fe cristiana, de lo contrario no entiendo por qué iba a hacer esa labor de proselitismo anónimo a través de un marcapáginas. Se permitiría un pecadillo leyendo esta novela, pero al menos luego querría aportar un consuelo a otros desviados como él que se vieran tentados de leerla.

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