sábado, abril 09, 2011

De primavera-verano.

Hoy sí puedo decir que los pajaritos cantan, y no porque en verdad estén cantando, sino porque me he quitado un buen peso de encima (al menos por ahora). Ayer era una penosa tarde para hacer un examen pero, con todo, allí me metí para escribir durante tres horas, contestar a todas las preguntas y entregar un puñadito de hojas. Al margen de las ya consabidas gambas, seamos realistas y, sumando un poquito de allí y un poquito de allá, pongamos entre un cinco y, si es generosa, un siete. De todos modos, eso no va a condicionar mi viaje, salga antes o después del mismo.
Tras salir, a las ocho y cuarto, fui a celebrar, si no el resultado, al menos el habérmelo quitado de encima, a una terraza del Gran Café con Alejandro. Hacía un calor increíble, incluso cuando ya anocheció. Eso viene bien para según qué cosas, en fin, lo cierto es que entre la semana anterior y esta hemos inaugurado la temporada veraniega de terrazas (todo un alivio para los fumadores).
Por lo que respecta a hoy, ejem, no hay planes especiales, me basta con reponer fuerzas después de la orgía morfológica de ayer. Tengo unos días de transición, entre el examen y el viaje a Madrid, en los cuales quizá pueda colgar otro fragmento de novela. No lo prometo, pero ahora las circunstancias ayudan más. Hala, a tomar el aire, al menos quienes podáis.

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