sábado, diciembre 01, 2012

Los hombres que no amaban a las botellas.

Este viaje es enriquecedor pero, de momento, va a llegar a su fin. Ahora se que los suecos y los españoles no son tan distantes y que, como si se tratara de una teoría del Eterno Retorno, en mi camino me estoy cruzando con personajes que ya creía superados, agotados en otras épocas que parecen distar eras cósmicas de esta, como esa era cósmica que dicen que comienza a finales de mes, si no el fin del mundo. No como un apocalipsis, pero estupefacto me he quedado al comprobar que esos arquetipos me persiguen incluso hasta los confines de esta que se supone la civilizada sociedad nórdica. No, dicho sin filosofía, en todas partes cuecen habas. 
O habones. Por ello, y por otros motivos, voy a regresar a León, pero no descarto el retorno a Lund si consigo una plaza en el máster que he escogido. Además de los infaustos encuentros con los fantasmas del pasado, la verdad es que hay un motivo que me anima a abandonar todo esto: cada día siento la sensación de que me estafan. ¡Bueno! Ya estaba sobre aviso, pero esto supera mis expectativas. También las ha superado el número de gente guapa aquí. Sí, amigos, hay veces en que tengo que ir mirando a izquierda y derecha todo el rato. Cualquier día terminaré en el suelo. Pero de momento no encuentro modo de llegar a esas etéreas y gráciles criaturas, y debo revolverme en el más pantanoso terreno del dinero. 
Ya solo el ver que una botella de ron Negrita vale tres veces lo que en León sirve para deprimirme. Ciertamente no soy alcohólico, pero no creo que el licor deba ser un producto de lujo. Os aseguro que, con cabeza, puede ser incluso positivo en ocasiones. La actitud de Suecia respecto al alcohol, como con otros asuntos, me parece paternalista. Si sales por la noche, la cosa no es mejor. Es una quimera que por cinco euros puedas tomarte unos vinos y encima cenar, como en León. Por esa cantidad, si tienes suerte, podrás hacerte con una caña. ¡Y ni siquiera la acompañan con un poco de alpiste! Ya sabéis: no se valora lo suficiente lo que uno tiene hasta que se pierde. Esos croquetones del Garbanzo, ese Lambrusco con pizza del Rigoletto y su nórdica camarera, esos Ruedas en la Competencia, etc. Ubi sunt
Si me quedo aquí buscando trabajo, puede que antes de hallarlo acabe como un pollo sin pluma. Así pues, creo que solo volveré o en el máster, o de turismo, o ya contratado en algún sitio (o con pareja; esta última opción, ya experimentada en la familia, es menos probable). Abandonaré esta bonita casa, a veces demasiado parecida a una jaula de grillos, y trataré de hacer algo de lo que realmente tengo ganas: probar la independencia en León. El alquiler es barato. También la vida social. ¿Que no hay trabajo? Bueno, algo habrá, aunque sean unas miserables clases particulares. Estaría muy bien hacer el máster en Lund, en ese caso abandonaría este pueblín para vivir, de poder elegir, en Malmö, una ciudad grande y a tiro de piedra de Copenhague. 
En fin, os dejo. Confío en que hoy dormiré bien, entre la panzada de pancakes que almorzamos y el consiguiente paseo de una hora por el bosque para bajar tantas calorías. 

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