sábado, noviembre 14, 2015

Macabras coincidencias.

Incluso en esta época de comunicaciones inmediatas es posible crearse una burbuja durante varias horas, sobre todo si, en base a unas normas no escritas de cortesía y compañerismo, se procura no mirar demasiado el móvil durante una reunión social. Eso es lo que yo procuro hacer, y ayer solo rompí esa regla para buscar unas fotos sobre lucha leonesa que, si el autor no ha sido consciente del homoerotismo que desprenden, desde luego que me dejaría de piedra. Entre estas frivolidades y birras varias, no nos dimos cuenta de que, en París, en esos mismos instantes, otras personas que disfrutaban con normalidad de su ocio iban a sufrir una abrupta y violenta interrupción. Incluso, macabra coincidencia, estuvimos bromeando sobre la posible pedantería intrínseca del idioma francés, al menos hacia nuestros oídos. Es cierto. Mi profesor dice que, para hablar francés, hay que darse importancia. Yo es lo que hago, por ridículo que suene, y él mismo ha alabado mi entusiasmo. Lo cual me alegra, no por una mera cuestión de orgullo sino porque me gustan esas clases. Asisto, en primer lugar, por querencia propia, y en segundo por motivos curriculares y académicos. J´aime una buena parte de la cultura francesa, y su lengua como parte de ella. 
Fui postergando aprender su idioma. Sí, también he ido postergando la visita a París, ciudad del romanticismo, bla, bla. Macabra ironía, también, que hace dos semanas hablara con Paco la posibilidad de que pudiéramos coincidir allí después de Navidad. En todo caso, lo importante es vencer el miedo. No renunciar a nuestro estilo de vida, yendo a bares o a discotecas tan solo por el temor de que alguna persona fanatizada pretenda destruir dicho estilo a tiros. En otro macabro presagio, el profesor se entonó a cantar la Marsellesa el pasado jueves, himno del que, ahora por fin, ya voy comprendiendo algo de su letra. Si finalmente el año que viene consigo hacer ese viaje a la capital gala (aunque solo sea un par de días, si el presupuesto no da para más), chapurrearé mi nuevo idioma y estoy convencido de que nada, ninguna pátina de ideología o credo, logrará eclipsar la belleza que confío encontrar allí. Incluso en las Catacumbas, a donde me gustaría ir si bien no es la mejor imagen para traer ahora. Cierto que llevo tres años sin viajar al extranjero, y que en el presente me hubiera gustado pero no lo he hecho. De todas maneras, siempre preferí calidad a cantidad. El valor simbólico frente a la simple experiencia turística. Y eso es lo que espero encontrarme cuando ponga los pies en esa hoy castigada urbe. Los acontecimientos han redoblado mi ímpetu de ir allí y dejarme envolver por toda su esencia, que permanecerá intacta. Confío en que podáis verlo en este mismo espacio y que consiga, al igual que hizo mi hermano, reflejar en mis fotografías una cara no tan estándar y más humanizada de la ciudad. 

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