martes, noviembre 10, 2015

Pumarín: Año Uno.



¡Más aniversarios! Hace un año que llegué a este piso, por entonces escasamente amueblado, y me instalé en la habitación pequeña de la foto, separada ahora de la mía por una pared fina, demasiado fina, a la que vendría bien alguna técnica de insonorización tipo Proust. No es que se haya perdido aquel silencio, en ocasiones aterrador, con el que me estrené aquí. Continúa apareciendo, de modo intermitente, no así la sensación de soledad que me acompañó en aquellos primeros momentos y que, por cuestión quizá de masoquismo, acompañé del visionado de la clásica película de fantasmas. No importa, ningún fenómeno paranormal ha aparecido en esta vivienda desde entonces. 
Ahora ya tengo wifi, trabajo temporal (ayer fue mi payday), más muebles y compañera. Sigo descubriendo Oviedo y Gijón. El sábado, en la calle Martín Vigil, con un par de interesantes librerías, de lance y alternativa, y otro par de buenas cervecerías una con la Old Skull de León, una IPA difícil de encontrar en mi ciudad de origen. El domingo regresé a Gijón, no iba desde agosto y pareciera que no había cambiado de mes, dado el tiempo. Me habían quedado pendientes entonces otras librerías, tipo café, como La Revoltosa o Toma 3, esta última con conciertos y proyecciones en la pared de filmes como Psicosis. Una lástima, eso sí, que nadie estuviera en condiciones de acompañarme en estas exploraciones. Hace un año, ya desde antes de mi mudanza, ya había logrado concertar una cita aquí, con un amigo, también bloguero, ahora mismo un tanto liado con su curro. He conocido gente, pero no tanta como debería o, mejor dicho, me han faltado ocasiones de continuidad. De todas maneras, seamos francos: hay muchos, muchos recursos que todavía no he explotado, valga citar los cuatro o cinco del pasado fin de semana como hipotéticos cuarteles de operaciones. Y en última instancia, la principal razón de estancia aquí es el doctorado, que continúa con ritmo estable, más calmado ahora tras la tesina. 
El mero hecho de que, un año después, continúe aquí, circunstancia no muy común en mis pisos de alquiler, ya es señal de que me he encontrado cómodo, con un nivel de independencia que me ha beneficiado en lo personal, en lo académico-laboral y en lo creativo. Si no hay sorpresas, buenas o malas, mi intención es permanecer aquí hasta que complete mi tesis. Mi casera y tutora, Esther, me enseñó ayer lo monas que vienen ahora las tesis doctorales, ja, ja, tipo libro a doble cara y con una longitud que es la que yo me planteo, sobre trescientas páginas. En la imprenta te sangrarán, cierto, pero el resultado es lo bastante óptimo como para guardar en estanterías, donde tal vez nadie las vuelva a leer, y para inmortalizarlo en imágenes como la que confío en colgar aquí, a su debido momento. 

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