martes, agosto 30, 2016

Regreso al Naranco- El Cristo.


Ha sido un fin de semana no solo satisfactorio sino, además, imprevisto. A modo de recopilación, todos aquellos planes que había llevado a cabo durante este mes, en solitario, los he repetido acompañado y, además, en calidad de guía. Por otro lado, todo ha sido posible gracias a una serie de recursos que yo ya había abandonado y despreciado. Error. ¡Nunca se sabe dónde van a surgir las segundas oportunidades! El caso es que, además de regresar al Naranco, a las iglesias prerrománicas y a la pista finlandesa, ayer también fui bien guiado hasta la cumbre, al Cristo que al fin, antes de que el mes llegara a su conclusión, he podido ver y registrar.


El camino más directo hacia el monumento, como suele suceder, era el único que no había tomado la otra vez. Para regresar, eso sí, lo hicimos por la carretera, sin mayor percance pese a alguna cruz adornada con flores que descubrimos por el camino, lúgubre recordatorio de alguna pérdida en el mismo monte. La ruta de ida era plenamente agreste, montañera, y además se desviaba en algunas frágiles construcciones tipo Refugio o Lavadero, que alguien había organizado al estilo de oasis con sillas de plástico como un chill out en plena naturaleza. Por lo demás, rampas empinadas con las que hacía bastante que no me atrevía, pero mereció la pena cuando en lontananza pude ver nuestro objetivo de espaldas, junto con los inevitables coches de turistas veraniegos, al margen de que fuese lunes. La mayoría, posando en imitación de la postura del Cristo remedo del que hace poco fue símbolo de los Juegos Olímpicos de Brasil. Yo no, desde luego.


La excursión no solo me sirvió para descubrir el Cristo, también pude vislumbrar el inicio de otras rutas montañeras que (igual parcialmente, pues son más largas) podrían aprovecharse, además de un merendero estupendo para algún pic-nic con el que airear ideas de tesis. Por otro lado, aunque no hay ninguna cafetería o bar allá arriba, en el regreso paramos en una parrilla argentina, para refrescar la garganta con unas buenas vistas de la ciudad. Una jornada excelente, la de la víspera de la llegada de mi nueva compañera de piso. Ahora me siento preparado para poder ser yo mismo guía, para ella o para alguna otra persona de paso como la que conocí este fin de semana, hasta la cumbre del Naranco. Pero, a priori, prefiero no tener que repetir esta semana...

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