domingo, septiembre 11, 2016

Fin de semana japonés.


 ¿Alguien pensó que ya se habían acabado todas las ferias frikis del verano? Qué va. Faltaba una, la Expotaku de Gijón. Yo ya conocía su existencia pero no tenía pensado ir. Lo que ocurre es que, a diferencia de lo que sucedió en el Metropoli, esta vez sí pude ir acompañado, no quise desperdiciar la oportunidad. Cierto que no soy un otaku, nunca he comprado un manga, pero siempre me ha gustado la estética y sí que he visto anime. Por otra parte, no sorprenderé a quien siga el blog diciendo que me encanta la cultura oriental y, en esa feria, también había su pequeña parte menos comercial y más alejada del manga. Lo que no quita, claro está, para que me dejara algunas ñapas en recuerdos más o menos chorras tipo tómbola. ¿Qué decir de este minúsculo pokémon? Ni siquiera se su nombre.


 Ya el viernes por la noche, en una perspectiva muy diferente, había visto el clásico El imperio de los sentidos. Censurado en Japón, también hoy en día, a mí me pareció un filme involuntariamente (¿o no?) cómico y, al saber que se trataba de una historia real, tampoco me sorprendió demasiado. Hay hechos reales, llevados al cine, que no pueden ser más absurdos. El caso es que, antes de ver la peli, me había cenado un huevo duro, entre otras cosas, y al ver el tratamiento que se daba a dicho alimento en el filme se me revolvieron un poco las tripas (¿de ahí viene lo de oviducto?). No tanto como con el final, pero es que el final ya lo conocía, mil veces espoileado en cualquier sitio. Moraleja: no practicar sexo si hay cuchillos cerca. Por cierto, los rasgos psicóticos e incluso físicos de la protagonista me recordaron a una mujer de mi pasado... Mejor no entrar en detalles. Por lo que respecta a la influencia del cine japonés, sería esta la que justificase la presencia de Star Wars en un evento otaku. Es más que evidente, no hace falta preguntar a George Lucas.

  
Además del bicho, la típica chapa y el póster de aquí abajo, me llevé un recuerdo literalmente tatuado en mi piel, pero que no durará demasiado: mi nombre escrito en japonés. Hasta ahora he evitado los tatuajes perennes, por la sencilla razón de que no encontraba nada que considerara lo bastante relevante como para grabármelo en el cuerpo. No se si en el futuro cambiaré de opinión...


Una de las consecuencias de mi visita ha sido que, como si no estuviera en el a priori último curso de doctorado, me he iniciado en un nueva serie anime, llamada Tokyo Ghoul. Yo escribí en mi mano Tokyo Go, quizá pensando en los pokémon y tal. Me enteré de su existencia por el póster que elegí en uno de los puestos, la chica me dijo que era una imagen perteneciente a la misma. Yo la escogí por ser tétrica, andrógina y queer, tres razones suficientes para tenerla colgada encima de mi cama. La serie comencé a verla anoche y me gustó, aparte de que su duración no va a condicionar en nada la entrega que tengo pensado hacer la semana que viene. Ahora ya solo me falta, curiosamente, ir a la propia feria de Oviedo, que me perdí el pasado mes de mayo pero espero reparar la falta el año que viene. Un año que, si el palillo de la suerte que saqué ayer no me engaña, va a ser beneficioso. ¡Esperemos que el palillo no mienta!




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