miércoles, septiembre 21, 2016

Mateando.




Me alegra bastante el haber superado algunos problemillas técnicos del portátil, que me habían alejado de este blog. Llego justo a tiempo para San Mateo, cuya noche grande tuvo lugar ayer. Salí por la ciudad, como el año pasado, con la diferencia de que esta vez sí coincidí para los fuegos artificiales. En primer lugar, mojito en el chiringuito, por ridículo que suene. Como sea que lo de tomar copas se ha convertido en algo no habitual (por fortuna), aprovecho estas circunstancias para romper esa costumbre, a riesgo de que al día siguiente, hoy, no me vea muy capacitado para seguir otras tradiciones, como la de comer el bollu preñao en el parque. ¿Cuántos días de comer bollo hay en esta ciudad? Parece que solo dos, y ya en el otro lo comí, por mucho que no fuera en el campo. 





 En el chiringuito no me regalaron un sombrero de verbena sino un pañuelo del color de mi doctorado, con la leyenda que reproduzco, y suscribo, abajo. Creo que quedará muy apropiado para decorar la habitación. No faltó el Topu Fartón, esta vez con pegatinas del topo algo más recatado, escanciando en vez de folgando. Allí tomé algo con mi amigo Juanjo y una amiga suya, luego nos dirigimos a uno de los sitios que aún no conocía de Oviedo, pese a haber pasado docenas de veces al lado. Suele suceder.

 Es la plaza del Paraguas. ¿Por qué se llama así? Bueno, la foto de abajo es muy obvia. Es un apéndice de la Neocalle de la Amargura, esa suma de dos calles que sigue siendo un territorio comanche para mí. En la salida de julio, ni batcueva ni batleches. Después, ha habido alguna oportunidad de visitarla pero no llegó a buen puerto y no por mi culpa. Anoche tampoco, pero, en todo caso, el ocio nocturno ha sido cosa de plazas: Trascorrales, Puerta del Sol, Paraguas. Y la calle Campoamor, el fin de fiesta. Bajo la sombrilla u ovni gigante se puede ver un escenario musical, sin ser el principal de las fiestas se pusieron unos a tocar una especie de ska, el caso es que poco nos duró el concierto porque fuimos a recoger a otro colega y enfilar al parque de Invierno, para buscar un sitio apropiado para los fuegos. Parecidos a los de León, mereció la pena el paseo (cosa que no puedo decir si tuviera que repetirlo hoy para hacer la romería del bollo) y la noche terminó por la reducida, pero al menos existente, zona de ambiente ovetense. Me entristece decir que, aunque poco, es más de lo que hay en mi ciudad natal. No puede extrañarme que haya quien desde allí se pille el bus para hacer excursiones sabatinas pasado el puerto. Había menos gente de la que hubiera esperado por ser fiestas pero creo que, precisamente por ser el día grande de las fiestas, había verbenas y otros entretenimientos que pudieron restar público. Fue divertido, me trajo recuerdos del pasado reciente y algunas reflexiones sociológicas que ahora tampoco es plan de redactar aquí. Hoy es día de descanso (ya era consciente de ello anoche) y de pasar un San Mateo relajado. A fin de cuentas, es muy posible que el próximo ya no esté en Oviedo. Sin intención de adelantar acontecimientos, desde luego.


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