sábado, septiembre 23, 2017

Miedos.




Ha sido esta una semana muy payasa, no lo digo en el sentido chistoso del término. Comenzó, como en otras ocasiones, revisitando el Cuarto Milenio que suele cerrar cada ciclo semanal, dedicado en parte a los payasos siniestros, tanto los de ficción como los reales que, en muchos casos, inspiraron la creación de los primeros. El martes vi la TVmovie de tres horas, finales de los ochenta o primeros de los noventa (no recuerdo bien ahora), dedicada a la obra It, de Stephen King. Si pensáis que es larga, tened en cuenta que la última adaptación dura más de dos horas, y eso que solo adapta la primera parte de la historia, la versión púber de los protagonistas. Entre medias de ambas, también me tragué uno de esos proyectos oportunistas de terror, de bajo presupuesto y surgidos como setas al amparo de películas de serie A con remarcable éxito. Divertido, en todo caso. Ayer sí que visioné la última It, que, como es sabido, ha sido todo un taquillazo, aunque los avances hacían hincapié en sus aspectos más terroríficos, que en realidad quedan algo disueltos en la trama de coming of age, ese compuesto que tan bien conozco yo ahora con la tesis. La versión antigua tenía un encanto especial, siendo cutre, y el payaso de Tim Curry es todo un icono. En la moderna, se les va la duración y se nota también la estrategia de querer chupar del éxito de Stranger Things, no solo por robar un actor a la serie sino porque, pardiez, también ha sido ambientada en los ochenta. Y tanta nostalgia ya cansa, lo digo siendo de pleno derecho un miembro de la generación de los ochenta. Lo que es más evidente es que, aunque parezca suicida con la colección de libros del doctorado que tengo pendientes y los que vendrán, me han entrado muchas de ganas de ir al referente, a ese libraco de Stephen King que por muchos años estuvo en esta habitación y que ahora, suele pasar, ya ha desaparecido. Estoy seguro de que me gustará más que las películas, en especial porque, en su longitud, incluye episodios no traslados como un crimen homófobo que sucedió en el pueblo inspirador del de la novela. Al parecer King lo incluyó, tengo que comprobarlo, en todo caso concuerda con el motivo central de la obra, que no es otro que el miedo, el miedo individual y el colectivo. La homofobia no es otra cosa que miedo, como el propio término indica. 
Ayer también regresé a mi facultad. No era un simple paseo, lo hice como una nueva toma de contacto y, además, para buscar posible bibliografía en la biblioteca central, en la de Filosofía y Letras y, por otro lado, informarme de actividades que puedan resultar atractivas para este curso. Elegí un viernes para convertirme en un merodeador a mis anchas, pues siempre es día de pocas clases. Lo primero que vi al entrar, faltaría más, fueron erasmus hablando en cualquier lengua menos el español. Y creo que a esa hora, sin que me hubiese enterado, estaba defendiendo su tesis una chica que conozco. ¡Qué le vamos a hacer! Mi presencia allí también estaba justificada por la opción de ir a pegar carteles para dar clases de apoyo a gente como esa con la que me topé, de fuera (o no). Preparando el terreno, pues, y ya llegará el momento de reencontarse con mis directoras y con otras figuras que pueden ayudarme tanto en la tesis como en esas otras posibilidades laborales. Al igual que me sucedió el año pasado, cuando la visité, con mi facultad siento un hondo vínculo emocional que no tiene nada que ver con la de Oviedo, si bien allí también he pasado buenos momentos y espero seguir pasándolos. Mi facultad me enlaza asimismo con todos los instantes positivos que viví allí pero, del mismo modo, también me enfrenta con miedos que todavía no he podido exorcizar. Miedos absurdos en muchos casos, externos a mi persona y creados por la sociedad pero, a fin de cuentas, ¿no son de esta guisa muchos de los que afrontamos en nuestra vida? Y, si la historia de It se basa en el fondo en una superación de los miedos para derrotar a una entidad que se alimenta de los mismos, creo que esa es la estrategia más constructiva para desarrollarse. Desde luego que algunos miedos nos acompañarán siempre. En ese caso, solo cabe aprender a convivir con ellos. Por mi parte, mañana vuelvo a San Mateo, a Oviedo, a esa ciudad con la que también estoy emocionalmente unido aunque también haya creado miedos, miedos hacia mí mismo incluso. Pero mañana solo es momento para celebrar el fin de las fiestas. Y que nunca pierda esa conexión.
 

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