viernes, octubre 10, 2008

Apuntes literarios.


¿Alguien conoce a ese autor francés que ha ganado el premio Nobel? A mí no solo ni me suena, sino que ni siquiera se escribir su nombre. Supongo que porque presto más atención a los autores muertos antes que a los vivos... No se, la verdad es que me importa más bien poco ese premio, ninguno de los autores a los que sigo lo posee. A quien es probable que no se lo concedan, de seguir ese camino, es al escritor de El niño del pijama a rayas.

Una de las críticas que se hicieron a Los Abrasadores fue la de que no estaba muy claro a qué público se dirigía, entre el infantil-juvenil y el adulto. A decir verdad, esa duda la he creado yo, y a conciencia. Me gustaría, puestos a pedir, que lo leyeran desde niños con nivel de lectura algo avanzado hasta viejos jubilados con mucho tiempo libre. Aunque, claro, si he de escoger un público potencial, diría el de los adolescentes como los que protagonizan el libro. Claro que hay niños que, en vez de Harry Potter y las vampiras de los huevos, leen a Sartre o a Marx. Cada uno con su grado de madurez...

Solo me hace falta ver esa nota del editor en la contraportada, tan en plan buenrollista (estimado lector, estimada lectora...) para saber que algún tipo de engaño hay. Dice: "Este libro no es solo para adultos, también es recomendable que lo lean niños a partir de trece años" ¿Cómo? No es que sea recomendable, es que este libro es para niños de trece años. Es juvenil, tirando a infantil. Que no os engañe el hecho de que, allá por Madrid, podáis verlo en manos de ejecutivos trajeados. Yo no soy tonto, que dirían. Por tanto, me sobra este otro comentario: "Creemos que es importante empezar esta novela sin saber de qué se trata" Eso valdrá para niños de ocho años como el que la protagoniza, pero un lector con cierto bagaje cultural, al ver el título, la portada y el hecho de que se desarrolla en Berlín durante los años 40, ya sabe de qué va el rollo y quizá incluso cómo puede concluir. Luego aquí hay un engaño por parte de los de Salamandra para vender más (cosa que han conseguido) Esta novela-cuento debería ser vendida en el virreinato en el que Oli y yo gobernamos durante algunos meses, sin necesidad de que algún padre censor fuera a meter sus narices en el libro (tan solo hay un caso de adulterio, pero ni se percibe)

Porque, sí, es un cuento: con su didactismo, su moralina, sus personajes arquetípicos a los que no se molesta en poner nombre (Padre, Madre, Abuela) y ese previsible final infeliz. Es sencillo deducir el secreto de su éxito: ligero de peso, letras grandes, capítulos cortos, facilidad de lectura. Todo ello lo hace perfecto para leer en el metro o en el tren. También ese desenlace que provoca un pequeño malestar en el lector, para que luego vuelva a las preocupaciones de su rutina diaria. La verdad, yo no se si existe una fórmula infalible para un best-seller o es algo que va por modas. El tema del Pijama no es nuevo. Recordemos las bufonadas de Roberto Benigni en La vida es bella, etc. Lo que me sorprende es que a ningún escritor español se le haya ocurrido alguna idea tipo El niño maqui o algo por el estilo... Ja, ja. Vendo la idea.

Así pues, vosotros mismos. Si queréis leer el libro, no perdéis nada. Incluso alguien que no lea jamás podría hacerlo con gusto. No es una mala historia, pero tampoco una obra maestra, como no suelen serlo por regla los números uno del ranking de más vendidos. Quizá sea yo que no soy lo suficientemente... sensible. Je, je.

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