miércoles, diciembre 10, 2008

En Torrellas no se censuró Brockeback.


Es noticia ahora que la película de impronunciable título (no se si lo he escrito bien) ha sido censurada por la televisión pública italiana, tan solo en las partes en que la pareja protagonista mantenía relaciones afectuosas o sexuales; por cierto, dichas escenas son más bien breves, pero necesarias. Se que muchos detestáis esa película, pero para mí es como si le pusieran pantalones al David de Miguel Ángel. Es indignante que en un país como Italia, que ha alumbrado a tantos artistas y gobernantes homosexuales y bisexuales, se ofusquen ahora por unos cuantos besos y un polvete. Claro que entre Berlusconi, Benedicto y la Mafia... Pues poca esperanza queda para la bota.

Ironías de la vida, yo en Torrellas protagonicé una versión del filme de Ang Lee, pero más bien pasado por la mirada baturra y surrealista de Luis Buñuel. Se podría contar mucho, pero el evento me quitó horas de sueño, luego no estoy por escribir aquí una parrafada. Me limitaré, por ahora, a comentar un poco de la jornada del domingo, la gran traca. Por la tarde teníamos que rodar un corto, y para ello yo utilicé un sombrero de cowboy de atrezzo que había por allí. Si se llega a colgar, los que echéis de menos Vagos y Maleantes vais a estar de enhorabuena. El disfraz me venía al pelo porque además llevaba vaqueros y una camisa a cuadros (la cual ahora se encuentra en manos de alguien que la sabe apreciar mejor; y yo soy feliz porque lo haga) A la gente parece que le gustó, me veían como una mezcla de chapero, el Hombre de Marlboro y otras referencias.

Si lo que quería era llamar la atención, lo conseguí para bien o para mal. El punto culminante llegó cuando pusieron la canción de un tal Coyote Dax, No rompas más mi pobre corazón (ni siquiera es suya, sino una versión); ahí yo, que suelo reírme de las tonterías que hacen los de Gran Hermano, me convertí en uno de ellos. Había pocos bailongos en la pista, pero yo fui aclamado a salir y danzar al ritmo de ese demoníaco baile de pasito palante, pasito patrás, vuelta, etc. Menos mal que seguía a unas jovencitas que parecían más duchas en el mismo. De lo contrario, el ridículo hubiera sido aún mayor. Pero, bah, lo hice por una mezcla de alcohol, proyección social y felicidad. Sí, muy feliz hay que estar para perder los papeles de ese modo.

Pero en general la fiesta acabó siempre muy desmadrada, como el sábado, patinando por un suelo encharcado bajo los acordes de Queen o demás. No importa. Se supone que cuando uno se hace mayor ya no está para esos trotes, pero yo me vanaglorio de ir a contracorriente. Ahora estoy cansado, y puede que hasta con cierto bajón, pero contento en el fondo. Tuve razón en lo del último post: la fortuna favorece, si no a los valientes, al menos a quienes arriesgan.

A partir de ahora toca ser más valientes.

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