viernes, octubre 01, 2010

LOS CERDOS. Entrega 26.

A esa misma hora, en un bar bastante diferente, algunos de los vecinos de Jonás gozaban de su momento de ocio, aunque la atmósfera se hallara enrarecida por un mal ambiente. Era el establecimiento de carácter latino situado en la calle de Jonás, junto al parque. Él se notaba naturalmente repelido por ese sitio ya solo con escuchar la clase de música que salía del mismo, compuesta en buena parte por el riguitón que ya había sufrido en el piso de Ari. Sin embargo estos sones gustaban bastante dentro del bar, que era un punto de encuentro frecuente entre la comunidad latina del vecindario, aunque también tenía otros visitantes del estilo de la choni y su novio, quienes en ese momento danzaban en la pista de baile, tan reducida que era inevitable que los cuerpos se rozaran, en ocasiones de forma consciente y en otras no.

Los dos jóvenes no necesitaban la excusa del espacio para frotarse entre sí, a la manera lasciva que sugería la música. La choni atraía muchas miradas sobre ella, ambos lo sabían y no se mostraban molestos por ello, antes bien todo lo contrario; disfrutaban siendo el foco de atención y el novio se encontraba atento no solo a su chica, sino a los posibles admiradores que pudiesen aventurarse demasiado lejos. Allí el microclima era caliente ya en sí y a él le bastaba poco para calentarse, no obstante tenía que ser cauto porque creía estar en tierra hostil, con el riesgo de que una conjura de los parroquianos habituales pudiera acabar en asesinato y violación. Cerca de su posición se encontraba Ari, bailaba sola aunque él sabía que no lo estaba tanto.

- Mira cómo mueve el culo la morsa colombiana…- le dijo a la choni su novio, hablándola al oído- No tiene a nadie alrededor, no se si por lo gorda que está o porque su maromo debe andar rondando cerca… Será lo segundo, más bien, porque a estos monos salidos no les importa lo gordas que estén, solo que encuentren el agujero para meterla.

- Voy a pedir- dijo ella- Igual podías ir a dejarle un recadito…

- Me encantaría… Aunque el otro volverá en breve. ¡Bah! Qué cojones, creo que a él también puedo dejarle otro recadito. Ve con cuidado, cari, que el camino está lleno de buitres.

La despidió con una palmadita en el culo, como si con esa marca señalase una res de su propiedad. Luego, él se acercó hacia Ari con gesto altivo.

- ¡Bonito truco!- exclamó.

- ¿Qué?- respondió la colombiana, que se hallaba totalmente entregada a la música.

- ¡Me oyes de sobra! Te hablo de las cabecitas de animales. Serían los restos de vuestro cursillo de carniceros, ¿no?

- Ay, mi amor- replicó Ari, sin dejar de bailar- No me hables de cursos ni de bichos muertos, que ahora estamos aquí para divertirnos. Ocúpate de tu chiquita, que aquí hay muchos postes donde frotarse, no solo el tuyo.

- Sí, muy graciosa. Ya se que lo eres, pero hace un poco de calor para andar con inocentadas, ¿no? Se lo puedes decir a tu amiguito también. Yo de vosotros me andaría con cuidado a partir de ahora.

Ari se echó a reír, puesto que en aquel momento vio a su novio abriéndose paso, con pocos modales, desde el cuarto de baño hasta el lugar donde se encontraban. Fue percibir su llegada y la bravuconería del joven comenzó a desinflarse; no obstante, él ya tenía una estrategia preparada para una ocasión como esa. Al voluminoso hombre negro no le hizo gracia encontrarse a Ari en compañía de otro, a quien sin embargo no consideraba hombre, en todo caso a medio hacer. Le arrojó una mirada desafiante.

- ¿Qué pasa? ¿Tienes algún problema? ¿Algo que contarme?

El novio de la choni hizo acopio de valor para sostenerle la mirada.

- Oh, no… En realidad estaba hablando con ella. No tengo nada que decirte. Bueno, igual ella sí tiene que contarte alguna cosita después.

El hombre se enfureció, agarrando al otro por el cuello de la camisa, no con demasiada fuerza pero sí la necesaria como para mantenerle amarrado el tiempo que hiciera falta.

- A mí no me van los juegos, niño- exclamó, casi escupiéndole- Si de verdad sabes algo que me pueda interesar lo sueltas ahora mismo y punto.

En ese momento regresaba la choni de pedir, con dos cervezas, y se encontró con que la espalda, tipo armario, del hombre tapaba la vista de su novio. Ella dedujo que ese encuentro podía no acabar bien y por ello se mantuvo en la retaguardia por si era necesario estrellar una botella en la nuca del maromo. Ante rivales de ese calibre se veía legitimada para recurrir a sucios trucos…

- No se si te interesará o no- murmuró el joven, tratando de guardar la compostura- Mira, voy de buenas, no quiero enfrentarme a ti y mucho menos en este tugurio… Este es vuestro terreno, ¿no? No sería justo. Venga, mi novia y yo solo vamos a tomar una cervecita y luego nos largaremos.

Ari cogió a su novio por el brazo mientras no perdía de vista a la choni, puesto que ella no era de subestimar a enemigos pequeños.

- Tiene razón…- le susurró al oído- No es nada. Ahora te comento.

La sombra de la sospecha había oscurecido, de forma metafórica, el rostro del hombre, quien por otro lado se apaciguó, soltando al joven con la actitud de un monarca magnánimo que en el último momento decide conceder la vida al reo por la mediación de una princesa.

- Anda con cuidado- le advirtió, sin saber que era la misma frase que había utilizado su oponente, claro que como ambos compartían similares patrones de comportamiento tampoco podía exigirse mucha originalidad.

El novio regresó con la choni, satisfecho por haberse enfrentado, saliendo ileso, con otro gallo de bastantes más tablas, y ambos se retiraron discretamente a un rincón del garito para consumir la birra en dos o tres tragos y luego largarse antes de que al otro pudiese darle por explotar de nuevo, arrasándoles en su onda expansiva. No obstante, él había caído en la trampa y ya solo estaba pendiente de Ari, y de las posibles explicaciones que esta le tuviese que dar.

No hay comentarios: