sábado, enero 29, 2011

FARENHEIT 451


FARENHEIT 451

Mi profesor de Teoría de los Géneros Literarios II, la primera asignatura del curso que me he quitado de encima, mantiene una estrategia que juzgo como inteligente. Él, salvo pequeños cuentos para analizar en clase, no nos manda leer libros. Antes que eso, digamos que despierta nuestra curiosidad y, al menos en mí, eso ha funcionado y ya tengo una pequeña lista de lecturas a completar en un plazo menos comprimido que cuatro meses. Siempre es más placentero leer por gusto antes que por imposición, eso está claro, y puedo comprobarlo en otras asignaturas. En Géneros II, se dedica atención a géneros tenidos por menores, como la ciencia ficción, el policíaco o la novela negra, mientras que en otras materias de literatura, por llamarla así, del canon, nos obligan a tragarnos tostones contra nuestra voluntad.

Y no es cierto que estos géneros menores carezcan de calidad. Está la ciencia ficción, por ejemplo, en la que no todo son viajes espaciales y planetas remotos. Aquí hay libros que nos hacen no solo pensar, sino inquietarnos. Hay un triunvirato de obras, dos de las cuales ya había leído, 1984 y Un mundo feliz, y otra la acabo de leer, Farenheit 451. Como las anteriores, se sitúa dentro de una distopía, es decir, una contrautopía, un mundo futuro que aparenta ser feliz aunque, evidentemente, no lo es. Al igual que Orwell se basó en la realidad de su tiempo, el autor, Ray Bradbury, también nos habla de cosas que, desde la perspectiva actual, se dirían casi proféticas. En su futuro, los bomberos ya no tienen que apagar incendios y, en vez de ello, los provocan, se dedican a quemar libros. ¿La razón? Bueno, los libros, al menos buena parte de ellos, llevan a pensar, y esto conduce a la melancolía, a la tristeza. Es preferible una sociedad feliz, en la que predominan las pantallas de televisión del tamaño de una pared. Pero, claro, esa felicidad es muy relativa, tanto para el bombero protagonista, que se rebela, como para su idiotizada mujer. El primero, finalmente, acabará encontrando una Resistencia en forma de vagabundos desarrapados que en realidad son catedráticos e intelectuales, que llevan en su memoria (aunque para mí resulte difícil de asumir) libros enteros, para un futuro mejor en el que se pueda recuperar todo ese torrente de conocimiento. Otro aliciente es que el desenlace es bastante más optimista que el de 1984

Lo cierto es que a mí no me resulta deprimente la lectura. Antes bien me produce tristeza la televisión, por eso suelo verla poco. Ni siquiera, en su momento, telecomedias como Los Serrano, con sus bromas homófobas sin puta gracia y, en los últimos tiempos, hasta los informativos se están idiotizando. Hace poco la noticia era que en enero hacía calor (no en esta ciudad) y, para ilustrarlo, sacaban a un grupo de chicos en bañador haciendo cabriolas, con el plano detalle de un pezón atravesado por un piercing. Para qué decir más. Ironías de la vida, uno de los hitos de la telebasura le tomó prestado el título a otro de los libros de Ray Bradbury, Crónicas Marcianas. ¿Llegaría el autor, que todavía vive, a ver alguna vez este engendro? No se, pero es un caso que hubiera merecido una buena querella criminal…

2 comentarios:

Hopewell dijo...

Farenheit la tengo en mi librería esperando que me decida a cogerlo y leerlo. Pero debo decir que 1984 me pareció un coñazo y Mundo feliz, aunque interesante, tiene una escritura tan densa y aburrida...

Luis dijo...

Pues esta te gustará, Hopewell, se me olvidó poner que era breve y ágil (o al menos eso me pareció). Lo de breve seguro, lo puedes comprobar por la extensión jeje.