miércoles, junio 24, 2015

Buenos deseos.



Sí, aquí en Oviedo también se celebra la noche de San Juan. Coincidiendo con el cambio en el Ayuntamiento, se llevó la hoguera a la plaza de la catedral, con el cabreo de los religiosos ante el posible daño que podría producirse en esta. No parece que tanto, pues estaba bastante lejos. Además, no hay de qué quejarse, esto les haría recordar los gloriosos tiempos evocados en el ensayo que estoy leyendo ahora: Calibán y la bruja, de Silvia Federicci. Anoche ya solo faltó que arrojaran a un par de bruxas constrictor a las llamas. En cambio, la gente arrojaba papeles. Buenos deseos. O apuntes de la carrera, tal vez. Mal hecho, nunca se sabe cuándo se van a volver a necesitar. 


Yo los buenos deseos ya me los propuse antes de llegar a San Juan y, gracias a la persistencia que me ha permitido alcanzar cierto grado de sociabilidad aquí, es por ello que anoche me acerqué hasta el centro y no me quedé en casa. Es la primera vez en varios años que no lo celebro en León. Motivos académicos, y ninguna intención de hacer tres viajes en la misma semana. Hoy es día laboral en Oviedo, claro, y la fiesta no fue tan lucida. Hubo un prólogo de fuegos artificiales, reducido pero resultón, también para mis fotos. 

En otras partes del país hubo intoxicaciones y quemaduras debido a las hogueras, cabe deducir que más pequeñas que la de anoche. Ya puestos a quemar lo viejo, también podrían haberse planteado quemar su estupidez, así hubieran acabado la jornada con más salud. Mezclar alcohol y fuego debe constituir un atentado frontal en contra del instinto de supervivencia. Como Abrasadores que somos, y así se ha bautizado este blog, a mí el espectáculo de las llamas me fascina, pero a cierta distancia, tal y como nos colocamos ayer. 


Cierto colocón, también, con el aroma de la hoguera, que era totalmente vegetal, sin monigotes ni ningún añadido artificial. Todo ello le daba el tono a la fiesta pagana que era en su origen. Tras la medianoche, desde luego, no esperamos siquiera a que se apagaran los rescoldos ni a apurar la noche más corta del año. Yo hoy no me sentía capaz de salir de la cama. A diferencia de aquellos a quienes el amanecer les pilla sobados en la playa, a eso de las 6 am, mi razón era más sencilla: catarro. El contraste entre los 30-33 grados de León el pasado fin de semana y el nubladejo clima de esta semana aquí. La pereza tiene un límite y, del mismo modo que estoy ahora escribiendo esto, luego espero concluir el borrador de la segunda novela que termino en este año. Para un concurso literario de la universidad. Esa es la excusa, al menos, muy dudoso que la premien pero lo importante es haberla llevado hasta su última página. Ese es un gran deseo, ya lo creo, y cumplido queda. 


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