miércoles, agosto 12, 2015

Vanitas vanitatis.

En el ensayo, magnífico por otra parte, Mujeres, salud y poder, de Carme Valls-Llobet, había un apartado en el que se hablaba, dentro del control que se ejerce sobre el cuerpo de las mujeres, del bien conocido culto al cuerpo que mueve el negocio de la cirugía estética, entre tantos otros. Pero no solo hay mujeres objeto, eso es evidente. Este mes de agosto, como en otros anteriores, se ha celebrado un festival en Barcelona, que mayoritariamente se surte de homosexuales extranjeros (aunque también se ha querido visibilizar a las lesbianas, por no hablar de aquellas y aquellos bisexuales que no se han citado). Siempre me hace gracia porque, en especial quienes asisten, lo pintan como un paraíso pero a mí más bien me resulta un atiborrado hormiguero, lleno de musculosas hormigas, eso sí. Ha salido en casi todos los informativos del fin de semana y me he dedicado a ver si localizaba a algún gordo, algún cuerpo que se saliera de la norma, con poco éxito. Desde luego que no todos los asistentes lucen físicos tan trabajados, pero he llegado a leer alguna noticia falsa y jocosa, acerca de que algún visitante con michelines había sido expulsado por no pegar en la foto. 
Otra de las lecturas para la tesina es la Biblia, y estoy por los libros sapienciales, en los que se dice eso de Vanitas vanitatis. Para qué añadir más. El portavoz del evento, para contrarrestar, alegaba que mucha de esa gente de fuera vive en países donde sería impensable, y peligroso, expresar su identidad y sexualidad de forma tan abierta. Me parece bien, claro, aunque, para franqueza, me quedo con la de una asistente que decía que para ir allí había que prepararse física y económicamente durante un año. Y psicológicamente, imagino, si vas a comprar unos calzoncillos por setenta pavos. Conste que yo también voy al gimnasio y he perdido calorías a mansalva, pero no me plantearía asistir a algo así. No es lo mío. La vanidad puede servir para conocer gente, pero, en muchas ocasiones, no deja de ser una ilusión sin mucho porvenir. Y todo vanidad. 

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