domingo, agosto 30, 2015

El ataque de los alimentos.


Anoche una gran bola de fuego cruzó España, aunque en León no llegó a verse. Tal vez sus efectos, o los de la superluna que sí nos acompañó durante toda la noche y que reflejo en la foto de abajo, provocaron una rebelión de los alimentos, que llevan atacándome desde que me aventuré a comer uno de esos huevos fritos de arriba, ¡será por huevos! Mal invento. Con eso de ahorrarse siete platos pequeños, el pan no logró frenar la expansión de la yema, un derrame naranja sobre mis pantalones, por suerte, negros. Y hace un rato, mientras echaba sal a la pasta, la tapa del salero se cayó junto a multitud de granos de arroz que estaban allí dentro. En mi estado actual, no provocado ya por los vecinos-minions sino por una de las últimas noches veraniegas aprovechables de León, tuve que ir retirando granitos de arroz a mano, casi uno por uno de los espirales que tomé. Ya podría haber hecho espaguetis, las cosas hubieran ido mejor. Os aseguro que la bebida se ha mostrado más respetuosa, será porque no he abusado de ella... Ahora he dejado de comer y tan solo estoy sufriendo el boicot de este ordenador, algo a lo que ya estoy acostumbrado y que no ha podido impedir el avance de mis investigaciones. En fin, confiando en que los comestibles se serenen, en lo que podría convertirse en argumento de alguna película de ciencia ficción, voy a reposar en este intermezzo, como el de Ingrid Bergman, antes de que septiembre haga acto de presencia. 


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