martes, marzo 22, 2016

Macabras coincidencias II.



Suele suceder. Cuantos más acontecimientos me encuentro en la vida, menos ratos libres en los que poder reflejarlos en este espacio. En el caso del fin de semana anterior, porque, una vez más, me llevé la tableta y no el portátil de viaje, y no quería volver a sufrir esos problemas de ajuste fotográfico. 
Me gustaría haber retomado el blog hablando de muchas cosas, de forma directa o sutil, de la enfermedad y el deseo, de la grandeza y la intimidad, de todas las cales y arenas con que la vida se torna en bandazos. Sin embargo, siento que debo continuar mi entrada del pasado noviembre. Ayer me llegó por correo (físico) un sobre con la información turística que había solicitado sobre la ciudad de Brujas, en Bélgica. Mi iniciativa se enmarca, por un lado, en un ejercicio de la clase de Francés; por el otro, en un posible viaje a dicha ciudad, para visitarla así como la exposición temporal que alberga, sobre las brujas de Brueghel. Operación Bruxas Constrictor, la había apodado. Sin embargo, decidí posponer el viaje, mucho antes del atentado de esta mañana en Bruselas, ciudad por la que también quería pasar. 
Primavera es una estación movida para el doctorado y, por otra parte, a fines de verano me había surgido una oportunidad más golosa en Irlanda, esta vez con amigos, no en solitario. La ciudad flamenca queda como posible destino, sobre todo ahora que me han llegado un par de mapas y una guía de sus museos. Mi hipotética excursión, por cierto, se me había aparecido como una revelación porque mi próximo artículo quiero hacerlo acerca de la brujería en una novela de Jeanette Winterson (y de paso compararlo con la rica tradición española, desde luego). Pero, en fin, no se puede tener todo. Mi cuota de viaje extranjero la cubrí, de sobra, con París, así que gracias si me escapo unos días, cuando ya haya avanzado con la tesis, a Dublín o alrededores. 
Así, si el viaje belga queda postergado, y no cancelado, no será por este nuevo acto de barbarie. En París, pese a controles de seguridad incluso en la Fnac, me sentí feliz, libre y satisfecho de contribuir con mi pequeño grano de arena al restablecimiento de una normalidad que nunca debió perderse. He de decir, a riesgo de que suene como una taza de Mr. Wonderful, que el amor puede ser mucho más potente que el odio si se lo propone. Yo he sentido amor, en diversas formas, en los últimos días. Amor y esperanza, de todo eso espero hablar aquí durante las jornadas libres de Semana Santa, si me es posible. Terrible comienzo de primavera, en una semana que, para mucha gente (también en el accidente de autobús con el grupo Erasmus) se ha tornado de verdadera Pasión. Frente a estos hechos, otros se relativizan. Y se puede tomar fe de la fortuna que, con todo, nos sonríe. 

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