sábado, marzo 12, 2016

Expectativas y realidad.

En este mismo espacio decía, no hace demasiado tiempo, cómo las experiencias es preferible juzgarlas con una cierta perspectiva. En lo que se refiere al curso actual, sigo creyendo que es la mejor estrategia. Hace un par de días narraba aquí cómo me surgió, de manera bastante inesperada, mi primer alumno a quien impartir clase, en sí, de Español. Pese a que tuve que repasar sobre la marcha las nociones de análisis sintáctico y gramatical de mi carrera, considero que la clase salió bien y, en la medida de lo posible, pude aclararle algunos conceptos de cara al examen que tiene el martes. 
No obstante, a pesar de que ayer yo ya tenía pensado permanecer en Oviedo para impartirle otra clase de refuerzo, me llamó por la noche para decirme que había encontrado otro profesor que, dado que él vive en un pueblo, podía asistir a su domicilio y, por lo tanto, le resultaba más cómodo. Me parece bien. Otra cosa, por supuesto, es que supeditar el aprendizaje a la comodidad no siempre es una buena idea. No se quién será ese profesor, yo no me considero un profesional, no todavía, y solo espero que de verdad le ayude con la asignatura. Este fugaz alumno, eso sí, me ha vuelto a poner de relieve las peculiaridades de este trabajo que, por ser parcial, no deja de ser trabajo. 
Ye lo que tiene ser pseudo-autónomo. No aguanto a personas mediocres en el puesto de jefe (es feo decirlo, pero eso pienso) como pasaba en Madrid; no obstante, la estabilidad no es tan grande como si me hubiesen contratado en una academia. Si el chaval paga un mes en un centro así, se lo piensa dos veces antes de abandonarlo tras el primer día (o no, como esa gente de Francés que ha pagado por todo el curso y apenas ha aparecido un mes). Abonando el montante de hora en hora, la perspectiva es diferente. Además, el caso de este alumno es sintomático. Es que ya me pasó algo casi igual durante la carrera. Llega un examen o una recuperación. La madre, casi siempre es la madre, se rebota y busca lo que sea para que su hija o hijo no se la carguen. Pasado el examen, o incluso antes, encuentran a otra persona más barata, o más flexible, y se cambian como quien cambia de camisa, incluso sacando a la palestra excusas absurdas (Es una profesora de toda la vida). 
No es serio, claro, pero es la ley de la oferta y la demanda. Yo no he firmado ningún contrato. Si me establezco realmente como autónomo (en otro país sería más factible), me contratan en una academia o monto la mía propia, entonces ya hablaríamos de otro sistema. Por ahora, yo estoy con la tesis y no puedo establecerme como primera ocupación en ese ámbito. Me alegro, eso sí, de que me sigan saliendo empleos. Un empleo de una hora, sí, el paradigma de un país que se cree en post-crisis, pero no está seguro. Recomiendo el documental En tierra extraña, de Iciar Bollaín. 

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