miércoles, octubre 12, 2016

El oficio de vivir. Décimo aniversario del blog.


Cierto, el décimo aniversario fue el día cinco, pero entonces yo estaba entre Madrid y Granada, sin ordenador a la vista. Una década ya, enteros si bien con algunas bajas. Sin ser esta una empresa de dimensiones colosales, resulta meritorio. Esto no es un diario personal como el que compré esta mañana en la feria del libro antiguo: El oficio de vivir, de Cesare Pavese. Si comparo lo que he mirado por encima acerca de este, tampoco es que el blog abunde en reflexiones literarias, filosóficas, etc. No era la intención. Cuando lo inauguré, trabajando en una clase de vendedores de libros muy diferente, bastante tenía ya con dedicar unas líneas a lo que entonces era una novedad, hablando de conflictos de carros y resacas que abarcaban toda la jornada laboral. Eran otros tiempos. Entonces había que ir a la caza de clientes. Ahora, el antiguo camarada y yo cazamos pokémon por las calles de Madrid, tras habernos atiborrado de fideos chinos. Suena absurdo y posiblemente lo sea, pero la estampa de la inocua cacería virtual por el majestuoso Madrid antiguo bien merece una reseña. Digo yo. El imperio antiguo y la posmodernidad descocada. 
He ganado una carrera, un máster, un doctorado en ciernes si nada se tuerce y mañana me reuniré de nuevo con mi directora. Dice que le encantan mis nuevas divagaciones y eso siempre motiva, máxime cuando no las pude completar lo que quería por huelga de este ordenador. Hace diez años uno (al menos yo) se podía permitir el lujo de abandonar un trabajo y encadenar otro. Dejé esa dinámica e hice bien, pese a que siempre surgen dudas a posteriori. ¿Hablaba del fin de la inocencia? Bueno, en cierto modo, el ser humano es inocente hasta la muerte, de la que no sabe nada, pero la capa de inocencia externa sí que se suele ir despojando según los años y según las experiencias. Pese a la referencia Pokémon, creo haber madurado aunque siga viviendo en piso compartido (creo que no por mucho tiempo) y mantengo costumbres intemporales como el té y el incienso, que ahora me acompañan en esta escritura. Os invitaría a seguir en este espacio por diez años más, pero prefiero ser prudente. ¡Bastante que hemos llegado hasta aquí! El amparo del Gobernador de Libia ha decaído un poco pero aún se mantiene en plena vigencia. Los Abrasadores crecen y, por ahora, no han vuelto al terreno literario, pero no debe descartarse que lo hagan (también) evolucionados. Por lo demás, todavía no he visto El Gnómobil, he dejado de jugar al Héroes (no se si por falta de tiempo o falta de potencia en el sistema) y no comenzaré la entrada de mi cumpleaños diciendo: ¿Treinta y cinco? Pues por el... Al menos maduremos en eso. Me avergüenzo de algunas entradas del blog del mismo modo que lo hago de muchos hechos que haya podido cometer incluso hace un par de días. ¡Pero esa es la magia! Ni siquiera he querido borrar ni una sola, ni un solo comentario. Ahí está la estela, para lo bueno y para lo malo. En la nube, frágil y vulnerable, etérea cual Eteria. Es parte de su encanto y, si alguna vez se desintegra, al menos quede en nuestro recuerdo. Bienhalladas y bienhallados seáis una vez más. 

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