lunes, octubre 17, 2016

Meada contracultural (o no).

Me acordaba hace poco de una canción de Bob Dylan, Knock, knock, knocking at Heaven's Door, si es que lo he escrito bien, en todo caso creo que es lo suficientemente conocida para entendernos. Me acordé por motivos tristes. Hace un par de años que en el también desaparecido (aires fúnebres) pub del Zoe nos pusieron esa tonada durante la celebración de mi cumpleaños, que ahora regresa coincidiendo con la fecha, en tono melancólico. No podíamos imaginar entonces que a Dylan le iban a otorgar el premio Nobel de Literatura. A mí no me parece mal, sí me lo pareció que no se lo quisieran dar a Tolkien porque les parecía muy infantil. Pero ya se sabe que los Nobel no siempre aciertan, al menos esta vez no se podrá decir que al premiado le conocerá su abuela. 
 Aquí en Oviedo ya se han afanado en recordar que le dieron un premio análogo a Leonard Cohen. Rapsodas modernos. No parece que se haya premiado a la contra-cultura. Esta semana vendrá Richard Ford (de quien no he leído nada aún) a dar una charla en la biblioteca del campus y confío en que no tenga que afrontar la estampa que yo contemplé el pasado viernes. Llegué a pensar que, como aquí en Asturias los campus están más repartidos, no se darían botellones tan masivos como los de León. Bueno, no tan masivo, desde luego, pero el viernes me topé de bruces con uno en el Milán. Y yo que solo iba a sacar un libro de Jeanette Winterson. Botellón casi a las puertas de la biblioteca, con un tío meando en la pared del edificio, menos mal que no le dio por hacerlo en el umbral mismo. Y digo yo que podía haber imitado a otros que fueron a usar los aseos (para eso están) de la propia biblioteca, ya fuese para descargar o para cualquier otro fin. ¡Se creería muy contra-cultural! Bueno, en realidad posiblemente no sabía que eso era una biblioteca. O ni siquiera era alumno del campus. Quién sabe. En todo caso, merecería una condena ejemplar. En primera opción se me ocurrió la castración con un gran ejemplar de las obras completas de Freud. ¡Quién mejor! Pero igual sería más instructivo un encierro tipo Gran Hermano, en la biblioteca, un mes sin más líquidos que los de la máquina del café y con todo el tiempo posible para ilustrarse en tan insigne morada. Lo acabaría agradeciendo. O tirándose por las escaleras. En fin. Yo también tuve mi (muy breve) etapa de espichas universitarias pero, por lo que se refiere a ahora, no se si es por mi edad o por mi propia personalidad... No envidio esas escenas, tampoco las fiestas-abrevadero con las que quienes vienen de fuera a estudiar aquí queman sus neuronas en brebajes anuladores de memoria. Y no es que yo no quiera salir. Ya salí el sábado, en un bar de variopinta (básicamente osuna) fauna. Pero los templos del saber deberían ser inmunes a tan rústicas libaciones. ¿O era un homenaje a Bukowski? Bueno, a él si que jamás le hubiesen dado el Nobel.

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