lunes, octubre 03, 2016

Del año malo.

Las palabras no bastan en estos casos, incluso cuando haya robado el título de Gil de Biedma. Venía de concluir uno de los meses más ilusionantes en Oviedo y, cuando vuelvo a León, la realidad me sacude otra vez, en este inacabable año, dejándome en estado de shock. Otra pérdida antes de tiempo. Otra pérdida inesperada. Circunstancias que uno quiere explicarse, sin conseguirlo. Pretender llorar, sin conseguirlo. Arrepentimientos que llegan, como de costumbre, tarde. Y recuerdos, muchos recuerdos. Poco importa que una persona solo apareciese en nuestra vida a modo de estrella fugaz, si su brillo nos ha dejado una honda memoria, imposible de borrar. Llamando a las puertas del Cielo, decía esa canción de la noche de mi cumpleaños en el Zoe. ¿Premonitoria? Tú no estabas allí, luego te vería. No se si estás llamando a la puerta de cualquier paraíso, pero has formado parte de una de las mejores etapas de mi vida. Y ese último vino en los comienzos de la primavera, con la plaza de San Martín casi vacía. Se van a cumplir dos años de esa noche de cumpleaños y creo que, esta vez sí, podemos decir que estamos ante el fin de la inocencia. Si el año ha querido probarnos, así sea. Vengan las pruebas que tengan que venir. Mañana voy al viaje comprometido e intentaré sacudirme la estupefacción en la que vivo desde ayer, la perplejidad ante la pérdida de alguien que estaba saliendo de la adolescencia, inteligente y sensible. Igual demasiado sensible para los tiempos que corren. Where are you now? Quizá en algún país de alegres duendecillos que se alimenten de ese brebaje ginebra-naranja que acostumbrabas a tomar. Tenemos un tequila pendiente, como el de la última vez. Hasta siempre, buen viaje.

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