martes, octubre 24, 2017

Crónicas finlandesas, I.


 Hace un par de semanas me salió una oportunidad al vuelo, nunca mejor dicho, y la aproveché, ¡ya lo creo! Era, imagino, la última ocasión para salir del país en este año, si bien de forma fugaz. Paco me avisó de que iba a estar un par de días en Finlandia por motivos laborales, del 16 al 18 y, repitiendo la jugada de París, me invitó a ir a un país en el que ya habíamos estado hacía casi la friolera de veinte años. Tuve que prepararlo todo un poco a la carrera, arreglando errores sobre la marcha, lo cual no deja de ser uno de los beneficios de viajar. Salir fuera no nos hace necesariamente mejores personas, pero sí que puede dotarnos de mayores recursos para la vida. Todo depende de la clase de viaje, como es obvio. Por mi parte, mi primera escala fue en Madrid, tomando un bufé asiático con el amigo Oli y luego visitando la feria del libro antiguo, descubriendo una guía de Amsterdam por un euro. De esta ciudad solo iba a ver el aeropuerto, muy brevemente.



 Los únicos inconvenientes del viaje fueron inconvenientes de tránsito, que cualquiera que sale al extranjero debe afrontar en mayor o menor modo. El vuelo a Finlandia fue puntual, al llegar por primera vez me detuvieron en la aduana, sin duda por aburrimiento. Siempre me paran en los sitios más anodinos, ya sea la estación de León, la de Oviedo o en el aeropuerto de una ciudad tranquila como Helsinki. No lo hicieron en París durante el estado de sitio, tampoco en Nueva York gobernando, todavía, Bush Jr. En todo caso, la cosa no se alargó más de diez minutos; yo, rara característica en mí, lo empeoré al hablar de más diciendo que iba a regresar por Amsterdam. Entonces ya me hice sospechoso de traficar, pero ni en mi maleta ni en mis bolsos había el menor rastro de hash; ni siquiera pretendo visitar ningún coffee shop. Así que, puerta. Si ese era el precio a pagar por disfrutar del país un par de días, bienvenido sea. Por disfrutar de una belleza apabullante, como la que veíamos desde nuestra habitación del hotel Hilton. La foto de arriba da prueba de ello.



Lástima que, en esas circunstancias, de dos días uno casi hubiera que descartarlo por falta de sueño, cansancio... Lo típico. Sin embargo, no me quedé en el hotel. Me bajé en el tranvía hasta el centro de la ciudad y me dirigí hacia la playa de Hietaranta. Es esta de aquí, obviamente desierta salvo por paseantes esporádicos. Al lado de la misma había un parque-cementerio, que visité antes de volver al centro de la ciudad. No había ya mucho ánimo, tampoco en la batería de un móvil que quiere ser víctima de la obsolescencia programada. Con todo, me dio tiempo a llegar hasta el casco histórico, con la catedral, la plaza del senado y demás monumentos adyacentes. Más tarde volvería con Paco para cenar en la explanada central de Helsinki.




 No es una capital excesivamente grande y, a diferencia de París, tampoco hay monumentos clave que haya que visitar, digámoslo así, por narices. Uno de sus mayores alicientes, cosa que no puede decirse de aquella ciudad, es su estrecha fusión con el entorno natural, muy de relieve al poder visitarla en pleno otoño, todavía sin asomo de las nevadas. La foto de abajo es cortesía de Paco y resume bien esa omnipresencia de bosques y lagos en la orografía finlandesa. Un rincón muy proclive a la creatividad junto a la ventana, que, pese a que escaseara el tiempo, me sirvió para leer, escribir algunas líneas e incluso copiar algún dibujo de un renombrado maestro nipón.




 Aquella noche dormí bien, ya lo creo, de lo contrario hubiera sido incapaz de meterme una jornada central, casi única, de 27000 pasos, a punto de superar el récord de 29000 del museo del Louvre. Intentaré narrar lo mejor posible aquel día la próxima ocasión, de momento me despido con dos fotos de mi llegada al país: abajo, a la salida del avión, aún en tierra de nadie, como quien dice, y arriba tras superar el control del cancerbero gordito y tras encontrarme con Paco, feliz incluso pese al clavo de la birra que tomé y que, sin duda, necesitaba. ¿Alguien puede dudar de por qué esa gente quiere venir a España, aunque solo sea de turismo?



No hay comentarios: