domingo, agosto 07, 2011

LOS CERDOS. Entrega 46.

Jonás condujo a Penélope hasta el extremo del andén. Ella iba imaginando hacia dónde desembocaría esa especie de secuestro pacífico en el que estaba involucrada.

- Jonás- exclamó, adivinando su intención una vez se encontraron al lado de la abertura del túnel- Si quieres acabar con mi vida, con la tuya o con las dos, te podría indicar formas más agradables de hacerlo.

- El tren todavía tardará un rato en llegar- dijo él, a modo de respuesta- ¿Nos está mirando alguien?

- No, Jonás- replicó ella, con burla- Al menos no en teoría, si no contamos las cámaras de seguridad. Oye, ¿has planeado mucho lo que quiera que estés haciendo ahora?

Jonás se encogió de hombros.

- No demasiado. Hasta esta mañana, esto no era más que el producto de una oscura fantasía que me había cruzado la cabeza varias veces. Ahora estoy improvisando un poco. ¡Quién sabe! Quizá dentro de unos minutos esté en comisaría. Entonces, tendré que seguir improvisando.

Jonás la impulsó a bajar hacia las vías, que fueron siguiendo mientras se adentraban en el túnel. Jonás abría la marcha, colocándose en la frente un potente foco que había traído en la mochila para alumbrarse.

- ¿Hasta dónde tendremos que caminar?- preguntó ella, más por romper el silencio que para obtener una respuesta clara.

- Hasta que lleguemos a un punto en el que nadie nos moleste desde afuera.

Y no debió de ser muy lejos, porque tras algunas decenas de pasos más Jonás se detuvo.

- Ahora túmbate encima de la vía- le ordenó, mientras extraía algunas cosas de su mochila.

- Vaya- comentó Penélope, si bien obedeciendo con docilidad- ahora llegamos a la parte menos amable, ¿verdad?

Jonás no contestó, tan solo comenzó a atarla de pies y manos, con unos nudos resistentes que intentó no ceñir demasiado.

- ¿Aprietan?

- ¿Qué cojones importa que aprieten?- gritó ella, irritada por su actitud- ¿Te preocupas por los nudos antes de hacer que me pase un tren por encima?

- Tú no sabes qué es lo que quiero.

- No- admitió Penélope- pero lo imagino. Ya lo imaginé ayer, cuando quedamos y pude comprobar que necesitas mucha más ayuda de la que estás dispuesto a asumir. ¿Sabes por qué he venido hasta aquí, siguiéndote como un perrito? ¿Sabes por qué no te he dado una patada en los huevos y he echado a correr? ¿Sabes por qué estoy relativamente tranquila? Pues porque tengo la sensación de haber pasado por lo que tú estás pasando. Por eso, creo que estás llevando a cabo un intento de homicidio, al igual que yo tuve mis intentos de suicidio. Estás buscando un desesperado intento de llamar la atención, Jonás, eso es lo que significa toda esta inmensa escenificación, con las cuerdas, la oscuridad, el tren, y supongo que el cuchillo tampoco te lo habrás olvidado.

Jonás no se dejó impresionar por sus palabras.

- Debería haberte amordazado antes de atarte. De hecho, es lo que voy a hacer.

Jonás extrajo un esparadrapo que pudiera sellar al fin la boca de Penélope, pero al verlo ella se precipitó a hablar.

- Espera. Antes de que lo hagas, me permitirás que diga una última cosa: estoy embarazada.

Jonás, por un momento, se quedó estupefacto, para luego mofarse de ella.

- Ahora sí que te has ganado el esparadrapo. ¿Eso era lo único que se te ocurría?

- Es lo cierto. Ahora bien, ¿quién es el padre? No tengo ni idea, aunque tú tienes un cincuenta por ciento de posibilidades. El otro cincuenta estaría en manos de Al. Lo creas o no, solo me he acostado con vosotros en los últimos meses. Y suelo tomar precauciones pero, en fin, el exceso de Lambrusco puede ayudar bastante a concebir hijos.

Jonás se quedó con el esparadrapo en la mano, meditabundo, hasta que decidió introducirlo de nuevo en la mochila.

- No te cuento esto para inspirar compasión, ni tampoco estoy llorando por eso- dijo Penélope mientras, en efecto, las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas- Pero tenías que saberlo, era mi obligación. ¿Lo has oído? ¡Tú sabrás si quieres que tu posible hijo, en vez de mediante pastillas o mediante garfios muera aplastado bajo las putas ruedas de un tren! ¡Prefiero que me degüelles! ¡Venga, si de verdad estás tan tarado, rájame el cuello como si fuera un cerdo de esos que ves!

Jonás, al dejar el esparadrapo, sacó el cuchillo fileteador, y se agachó junto a ella, indeciso, como si se estuviera meditando entre liberarla o herirla. Finalmente, le dirigió unas secas palabras.

- ¿Y de verdad pretendías parir al niño en ese manicomio? Si no me mientes, la mayor tarada aquí eres tú.

- ¡Parir o no parir!- se mofó Penélope- Pues, francamente, yo todavía no tenía decidido qué hacer: si tenerlo o no, si decírtelo a ti, o a él… Me has obligado a precipitar las cosas, Jonás, ahora apechuga con las consecuencias.

Antes de poder contestar, Jonás comenzó a escuchar cómo el tren se aproximaba. Por instantes se quedó sin aliento. La máquina se dirigía hacia su posición antes de lo que hubiera esperado.

- Yo de ti me apartaría a un lado- le dijo Penélope, con la mayor frialdad.

Pese a ello, la joven aún albergaba ciertas esperanzas de que Jonás cortaría las cuerdas con el cuchillo, pero tendría que actuar con rapidez. No pudo. Mientras el tren se estaba acercando, de pronto escucharon una terrible explosión, cuya onda expansiva arrojó a Jonás hacia el suelo. Provenía del tren, que pudieron percibir no lejos de ellos como una gigantesca bola de fuego. Sin dudarlo un instante más, Jonás se enderezó sin aparentar que la caída le hubiese provocado dolor y, recuperando el cuchillo, se dispuso a preparar una huida desesperada antes de que el humo, que ya les estaba haciendo toser, pudiera asfixiarlos o, peor aún, que la explosión consistiera tan solo en el preludio de una serie. Sujetando el mango del cuchillo entre los dientes, levantó a Penélope con los brazos y, lo más deprisa que pudo así cargado, corrió de vuelta al andén, que, en sentido ya no solo metafórico, podían vislumbrar como la luz al final del túnel, si bien el humo les había envuelto en una nube tóxica, fiel reflejo del caos que había comenzado y del que pensaban que podrían escapar una vez llegados a la salvación del andén.

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