domingo, mayo 17, 2015

La increíble playa menguante.



En este blog no solo menguan las notas (la última, por cierto, se hace de rogar, pese a que me metían prisa para entregar el trabajo). Estaba cansado de ir todos los lunes del mes a Gijón tan solo para visitar el campus de Viesques y su edificio de Energía, que será muy eficiente pero poco estético. Así, para airear la tesina, ayer me desplacé a la ciudad para ir a la playa y descubrir nuevos lugares. No hacía para jornada de verano, cierto. Mejor así, evitando la saturación de la escasa arena. Nublado, pero tampoco frío. Me tumbé un rato, leí algún ensayo sobre Tolkien, paseé en pantalón corto mojándome las piernas. Lo del baño lo dejamos para cuando el sol no se esconda. Tampoco es que pudiera tumbarme mucho tiempo, porque la marea se estaba comiendo la playa. Leí que quieren echar arena para impedirlo, aunque confiando en que se trate del mismo tipo que el que hay ahora. En todo caso, antes de que esta menguara, pude inaugurar la temporada playera de forma oficial, en mayo. Teniendo en cuenta que algunos años apenas llegué a pisarla, creo que resulta un avance positivo. 
Pasé luego frente al palacio de Revillagigedo, sede de la exposición de Cuarto Milenio cuya entrada saqué para julio. ¡Buf! Julio me parece muy lejos ahora mismo, con todo lo que tengo que hacer hasta entonces y todo lo que haré cuando llegue. No en vano, la comisión de seguimiento del doctorado será entre mediados y finales de julio. Un curso sin apenas clase, pero bastante alargado. Tuve la suerte de pasar por delante de la biblioteca pública Jovellanos y sacar un par de libros pendientes, que confío en devolver cuando vaya para el último día del curso. Uno de ellos es From Hell, cuyo denso sentido esotérico se perdía, como era previsible, en la adaptación fílmica. Mañana regresaré allí, no solo por la formación sino porque tras esta confío en ver a un viejo amigo con el que hacía bastante que no coincidía. Así que encararé el regreso a la ciudad con una predisposición más alegre. 

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