viernes, septiembre 04, 2015

Catástrofes varias.


No, no voy a hablar aquí de catástrofes humanitarias como las que estamos viendo estos días a cuenta de la guerra y el desplazamiento de personas a costa de este y otros males. Sería un tema para la reflexión, ahora estoy en la fase final de mi trabajo y ni siquiera debería haberme pasado por aquí. Mis catástrofes son más ligeras en cuanto a que son virtuales, digitales. Los millones de personas que perecen no dejan de ser otra cosa que un producto de los efectos visuales. La noche antes de regresar a Oviedo vi San Andreas, me gustan los filmes catastróficos aunque, como ya se ha comprobado, tienden a mostrar personajes estereotipados y una ideología conservadora a más no poder. En este, la familia separada al final permanece unida, poco importa que para la reconciliación haya tenido que palmar buena parte de la población de California. Yo disfruté viendo la destrucción, de eso se trata, aunque me daba pena el estado en que quedó San Francisco, bastante bien recreada. Si el filme no adoleciera tanto de sentido del humor, debería haber aparecido algún sacerdote diciendo que el terremoto de 9,5 o 9,6 no era sino un castigo divino contra la ciudad del pecado y del Castro. Sin embargo, la catedral de la ciudad, que no se derrumba en la película, me pareció de las más liberales que he visto. ¿Cómo se explica, si no, el mural-recordatorio a las víctimas del sida que hay dentro, obra de Keith Haring? (Abajo). 




También resistía, a duras penas, la Coit Tower (abajo también, ¿de verdad se llama así? Lo cierto es que no recuerdo bien). En fin, una película para la nostalgia, aunque sea de tan destructiva manera. Lo que más me gustó, debo admitirlo, fue la versión de California Dreaming al final. Aquí en Oviedo, la naturaleza no es tan brutal pero hemos entrado de lleno en el otoño. Tengo un amigo aquí que, con el cielo despejado, decía que el tiempo andaba revuelto y por eso no salía. ¿Qué hará esta semana? ¿Se parapetará debajo del sofá? A mí no me importa este cambio. Nublado, feo, lluvioso, con todo este regreso me ha ido muy, muy bien. Vaya suerte la de ayer, viendo a la administradora, mi tutora y mi directora en poco rato, sin haberlo planeado. Y encontrar en las diversas bibliotecas todos los libros que buscaba, y alguno más. Todos gratis. En cambio, el libro más caro que he comprado en este mes me lo vendieron a cara de perro en una librería que, sin duda, se tiene por ilustre, pero la mujer que me atendió ostentaba una, asimismo, falta de tacto tan catastrófica que no me lo podía creer. Y allí no vuelvo. Estoy deseando acabar con la tesina para visitar las librerías-café que he visto en Gijón, qué duda cabe que serán sitios más constructivos para ampliar mi biblioteca o incluso para ampliar relaciones aquí. Catastrófico fue el fin de la escuela de cine de Ponferrada, y ayer me divertí de lo lindo al ver a Gonzalo Suárez, director honorario hasta su abrupta partida, haciendo de una versión de... Gonzalo Suárez en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Pardiez, deberíamos haber analizado esta película en la escuela, con él presente. Hubiera sido un punto. Aunque, para troupe a lo Almodóvar, los personajes que había allí. Serían otro catastrófico capítulo aparte, ahora toca volver a la escritura más seria. En la medida de lo posible. 


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