sábado, septiembre 12, 2015

Del Paraíso al Diluvio.


En vaya fregados que me meto, yo que esta semana solo pretendía repasar todos los capítulos de la tesina. Se cumple un año de aquella visita de la que hablaba con anterioridad, aquella en la que solo vi los preparativos de San Mateo, sin disfrutar de las fiestas en sí. En esta ocasión, no he llegado a ver el cartel de Stop Agresiones Sexistes. Aunque sea con moderación, debo disfrutar de estas celebraciones. ¿Quién sabe, con las vueltas que da la vida, si en el próximo San Mateo estaré aún en Oviedo? Además, tenía la excusa perfecta: enseñar la ciudad a mi compi de piso, en el momento en el que más visitantes tiene de todo el año. El tour comenzó por la Ruta de los Vinos, el lugar más frecuentado por mí. Pese a la fiesta ovetense, no dudé en tirar para lo mío y llevarla a los clones del Rebote y la Competencia (ya, esta última tiene muchos clones, incluso en la propia León). Pasamos luego a ver la verbena del campo de San Francisco, con una señora que me estaba dejando estupefacto al ver sus movimientos de cadera y pantalón apretado para darlo y marcarlo todo. Tiramos luego hacia el casco viejo, con todos los chiringuitos, incluyendo el del Topu Fartón, el único decorado con banderas del arco iris. Ya no nos movimos de la plaza de la catedral, donde estaba a punto de comenzar el concierto de D (valga la redundancia) vicio. Sí, ese grupo que sería injusto tildar de boy band pero, en todo caso, tenían una buena cantidad de público objetivo de boy band. Era como volver atrás en el tiempo. Y no hasta la adolescencia, sino casi hasta el propio Diluvio Universal. El Paraíso con el que cerraron su actuación, esa canción tan sonada el año pasado, se convirtió en una lluvia intensa para la que no íbamos preparados. 


Suerte que siempre se puede improvisar una especie de atuendo jedi con el que cubrirse. A mal tiempo, buena cara y a mantener el entusiasmo de la chavalería, aunque con una botella de sidra, como la que escanció el cantante desde el escenario, se hubiera mantenido mejor. El final del concierto fue, como es lógico, el final de la salida, a casa a secarse y a confiar en que no haya consecuencias para el trabajo. Si no las ha habido para escribir estas líneas, supongo que tampoco las habrá para repasar unos folios, mientras me pienso qué plan pueda seguir hoy. Más seco, en todo caso. Desconozco si me quedaré hasta el 21, en todo caso la matrícula de la tesina es hasta el 22, lo cual me deja un margen, siempre y cuando el paripé ese que tuve que gestionar para que me den el visto bueno funcione antes de esa fecha. Ahora me voy, no volando hasta el Paraíso Andrés (cuyo tupé quedó totalmente indemne del agua), sino a cocinar algo energético que me permita aprovechar algún trozo de tarde. ¡Feliz San Mateo! 

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