jueves, abril 14, 2016

Know your limits.



Este es un mensaje polivalente, que lo mismo puede aparecer en un libro sobre zen que en una botella de cerveza. ¿En serio? Sí. Know your limits. En una Desperados, cortesía de los amigos de Jill con quienes no pude coincidir estos días, pone eso junto a dos iconos que a priori no me afectan mucho: el de la mujer embarazada (no me afectaría de forma directa, aunque la bebida siempre relaja, valga la redundancia, los límites) y el del coche. Suerte que sí conozco estos. Bueno, si me bebiera de seguido el pack de seis, ya estaríamos hablando de otra cosa. Pero tampoco es como la Kastel, si es que se escribe así, birra potente donde las haya. 
Si escribo esto en mi entrada mil y una es porque este motto viene al pelo de lo que estoy planeando, con la ayuda del cuaderno El Carro del que ya hablé. En los últimos días he escrito mucho de forma personal. Es lógico. La tesis aguarda su turno, y este no se hará esperar. Los límites no siempre nos los marcamos nosotros mismos. Este ha sido un año de acontecimientos imprevisibles, y, por lo tanto, tampoco se pueden hacer planes a muy largo plazo. Esta misma tarde, sin ir más lejos, iba a ir a clase de Francés cuando la jornada se ha torcido hacia una actividad no prevista, pero más adecuada para el contexto. ¡Enhorabuena! Ya he llegado a otro límite, este el de ocho clases fumadas, el máximo para presentarse al examen. Aunque, claro, el concepto de fumarse remite a otras realidades bastantes más livianas que aquellas por las que he faltado a una clase que, en verdad, me gusta bastante, y que me ha servido para lo que quería: alcanzar unas nociones básicas y, voilá, el curso que viene veremos si sigo aprendiendo el idioma, aunque sea en clases particulares. 
La semana que viene sí se hará presente ese estado tan etéreo llamado normalidad. Pero la rueda gira. Estoy a mitad de camino del doctorado. Más o menos. Si no lo resalté en la entrada número mil, fue porque se me fue la olla. Pero, vaya, mi cabeza funciona mejor que este ordenador, lo aseguro. Su boicot, ahora mismo, es el que menos me preocupa. ¡Este cacharro sí que ha conocido sus límites, y ha ido más allá! 

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