sábado, abril 23, 2016

Maldita tesis / La tesis maldita.


Una recomendación, para este Día del Libro. Ya he hablado antes de esta novela gráfica, ¿no? O cómic, como se quiera, porque un cómic tampoco debería colgarse otros rótulos para parecer más respetable. Y este lo es, y además divertidísimo. Ayer leía un artículo de la revista Muy Interesante sobre el poder sanador del humor. Siendo esto así, durante un par de días duros en Santander pude solazarme con esta historia que, curiosamente, parodia un asunto que para mí no puede ser más serio. Imagino que por eso lo he disfrutado tanto, porque la identificación ha sido absoluta. 
Además, fue todo un flechazo. Después de la visita de nuestra familia madrileña, fui a la librería Nexus 4 para adquirir un manga que ellos no habían tenido tiempo de comprar. Un grato descubrimiento ese lugar. No solo tenían el citado manga, y varios ejemplares de Las horas perdidas de Víctor, sino que, además, como ya apunté en su momento, era la primera librería especializada que yo haya visto con un pequeño rincón de temática LGTB, tanto en cómic como en novelas de tipo fantástico o similar. Si vuelvo a Santander, en circunstancias más relajadas, espero volver a pasar por allí. 
A priori no tenía ninguna compra en mente, pero ya solo leer el argumento del cómic y echar un vistazo a sus páginas me confirmó que debía adquirirlo. Narra la historia de una profesora de instituto que deja su empleo para hacer una tesis sobre Kafka (a pesar de que le dicen que el sesenta por ciento de las tesis de literatura no se terminan). A partir de ahí, todos los problemas que debe afrontar, como el plazo de tres años que se acaba estirando, las clases mal pagadas, o no pagadas, que imparte en la universidad, el escepticismo de su pareja y sus familiares, o un director de tesis bastante pedante que no le hace el menor caso. A este último respecto, debo decir que, pese a que este año no he visto aún, en presencia, a mi propia directora, su personalidad no podría ser más distinta a la del personaje de ficción. Ambos hemos viajado bastante, por placer u obligación, y, por lo que respecta a esta semana, ella no ha podido darme una tutoría porque su padre fue ingresado en el hospital, algo a lo que ya tuvo que enfrentarse el pasado curso. ¡Maldito mes este! Suerte que ya solo le queda una semana. No se si será gafe el mes, o será gafe nuestro proyecto; si así fuera, habría que pasar de hablar de la maldita tesis a la tesis maldita. En todo caso, tampoco está yendo tan mal. Yo sigo enviando abstracts, la semana que viene repito en las jornadas de nuestro doctorado si no hay nuevos impedimentos... Y, lo que es más importante, el contacto entre ambos permanece fluido, aunque sea en el campo virtual. Yo agradezco sus palabras, su ánimo y estoy de acuerdo con ella en lo básico: que, siendo tiempos difíciles, no hay que abandonar. Esto es una carrera de fondo. Lamento que mi propia trayectoria no sea tan hilarante como para poder convertirla en una historia tan cómica como la de esta novela, pero, siguiendo el espíritu del reportaje que leí ayer, el sentido del humor debería ser lo último que perdamos, en cualquier circunstancia. 

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