jueves, diciembre 24, 2009

Cargantes.


No tenía pensado escribir hoy, ha acaecido una circunstancia desdichada por la que, con toda seguridad, estaré esta noche de amo de casa y de cena. Por ello me falta humor, y humor también me faltó ayer al ver la película Gordos, y eso que se supone que es una comedia sui generis. Su visionado me impele a escribir.
Más que cargados de peso, los personajes de esta película son todos cargantes. Da igual que sean más gordos o más delgados, jóvenes o mayores, guapos o feos, todos me resultan insoportables y casi a nadie puedo salvar de la quema. Me pasa como con los monstruos antes mencionados, son carne de loquero aunque en este caso su monstruosidad solo venga de las grasas sobrantes. Tenía la sensación de que esta película no me iba a gustar, y mira que me gustó Azuloscurocasinegro, la primera película del director, muy beneficiada también por la presencia, y las canciones, de mi antigua vecina Lantana.
Como todas las películas corales, no todas las tramas tienen el mismo interés y, lo que más me ha enervado, la mayoría de los personajes se comportan de un modo absurdo, con motivaciones incomprensibles. No se por dónde empezar... Quizá se lleve la palma la familia en la que todos son gordos menos un chaval insoportable que no se cómo no se lleva una somanta de hostias y que además, yendo de chulito, se echa a lloriquear a la primera de cambio. ¿Y ese vídeo porno de los padres gordos exhibido, nada menos, que en las noticias de la noche en Cuatro? Personalmente me he sentido más ofendido con el personaje que más protagonismo tiene y sus dos metamorfosis imposibles. La primera: de presentador delgado y masculino a gay gordo, con pluma y mala leche, cliente asiduo de chaperos. La segunda: ese mismo gay gordo se convierte, voilá, en heterosexual delgado al que, no obstante, le sigue gustando tener sexo per anum mediante arneses. Y se tilda a sí mismo de heterosexual reprimido... ¿Pero es que no existe la bisexualidad? Creo que Sánchez Arévalo, presumiblemente hetero, se desorienta, nunca mejor dicho, cuando habla de homosexualidad. ¿Y ese terapeuta al que no le gustan los gordos pero es infiel con una gorda? ¿Y esta misma gorda que, de repente, se convierte en una loba, depredadora sexual sin complejos? ¡Ohú!
Otro motivo para mi cabreo es que, como decía en este mismo blog, esta película está trufada de despelotes, la mayoría gratuitos, que distraen, creo yo, de la carga de profundidad que quiere dar a sus historias. Resulta ridículo ver esas panzas que casi no dejan ver los penes, o esas mujeres imaginadas por Rubens. A diferencia de las otras gordas (las mentiras), aquí el yogurín de la cantera televisiva es el único que no se quita los pantalones... Y no digo que la gente gorda no tenga derecho a desnudarse, claro, pero en este caso parece haber un exhibicionismo incontenible.
En fin, estas son fechas para engordar, ya pude verlo por la cola que había esta mañana para coger dulces (y eso que fui el segundo...) así que os aconsejo moderación, que no tengáis que abonaros a la operación wiikini, y brindo con todos vosotros por una Nochebuena que, para mí, no será tan buena como otras anteriores, pero las Navidades aún son largas para enderezar la situación y hacer en Nochevieja lo que no se podrá hacer hoy.

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