sábado, diciembre 19, 2009

En busca de las páginas perdidas.


Ayer terminé el segundo volumen de En busca del tiempo perdido de Proust, titulado A la sombra de las muchachas en flor (curioso título teniendo en cuenta mi situación de este año en clase) He tardado menos de lo que creía, entre dos y tres meses, dado que lo he ido degustando a breves sorbos, de lo contrario podría haberme empachado su exceso de diserciones y arrebatos líricos. Pero me gusta, eso está claro, esa es la razón de que me trague semejantes mamotretos y no el hecho de presumir de su lectura. Comencé esta saga al mismo tiempo que la carrera y lo más probable es que la acabe a la par, pero no se si lo haré en papel o en soporte digital por el problema que ahora os narraré.
Mi ejemplar, un obsequio de los Reyes de hace un par de años, es un libro de bolsillo de Alianza Editorial, con unas 640 páginas. Las últimas 50, a medida que iba leyendo, se despegaron hasta el punto de que acabé leyéndolo como por fascículos. Ayer después de comer, en el momento de poner el punto y final, no estaba de excesivo buen humor. Tuve que cambiar dos veces de portátil, porque el mío ha entrado en una especie de Era de la Oscuridad en la que, aunque su funcionamiento es perfecto, la pantalla no se ve... Parece como que estos cacharros estén programados para no vivir más de un lustro, pero aún tengo esperanzas de devolver la vista a mi sufrido compañero de andanzas. Mientras trataba de aclimatar el actual portátil, el ramalazo proustiano se me hizo tan cargante que usé el libro como lanzamiento de peso, mandándolo al carajo con todas sus hojas sueltas volando por ahí. Ya lo dijo Edgar, es otoño y por ello es normal que se caigan las hojas. Pese a tamaño sacrilegio, luego ordené el desenlace y pude terminarlo bien.
Este hecho me ha llevado a valorar más los libros digitales, aunque por otro lado he comprobado que uno tampoco puede fiarse mucho de la tecnología... Para el tercer tomo, y más largo aún, El mundo de Guermantes, procuraré cambiar de editorial, es un escollo necesario para llegar al cuarto, ese que a priori más me interesa dado su título, supongo que no elegido al azar: Sodoma y Gomorra. Bueno, un libro roto también tiene su romanticismo... ¿O no?

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