domingo, enero 10, 2010

Fiebre del sábado noche.

No me refiero a la fiebre en sí, de esa me he librado durante estas fiestas a diferencia de lo que venía siendo tradición desde que empecé la carrera. ¡Algo positivo, sin duda, y eso que he aguantado diluvios universales y todo tipo de posibles contagios de la A a la Z! Tampoco fue una fiebre discotequera la que me embargó anoche... Pensé que tendría que quedarme ligeramente desvelado, en una madrugada febril, para apurar todo lo que no había hecho, no solo por mera pereza, durante las vacaciones. Pero no fue así. Error de cálculo o exceso de optimismo, anoche, tras terminar al fin el trabajo y contemplar desde la atalaya el panorama, opté por ver una peli que tal vez comente más adelante, y luego a descansar las neuronas que hoy me espera una sobredosis de antipáticos germanismos.
Puedo observar, por un lado, lo torpemente diseñado que está el calendario de este curso, aunque eso no es una sorpresa, ya me había dado cuenta antes de empezar; por el otro, que algunos profesores tienden al ombliguismo. Se creen que su asignatura debe de ser la única de la que nos matriculamos, y por ello todos nuestros ratos de estudio los dedicamos a la misma, con un inquebrantable espíritu de trabajo. Pues no... Yo ahora tengo cinco, y por suerte no en todas debo hacer trabajos cuya laboriosidad está en clara desproporción con su repercusión dentro de la nota. Si alguna vez llego a ser profesor, dudo que actúe así. Si alguien quiere la excelencia, que lo demuestre y trabaje de forma adicional; si alguien no quiere (o no puede por las circunstancias) llegar tan alto, para la mediocridad siempre basta con poco esfuerzo. Y, como nos demostraron en una charla en Primero, de la mediocridad se puede obtener un empleo, así que bienvenida sea en el peor de los casos.
Bueno, me voy a tratar de satisfacer a nuestra asignatura más insaciable... Mañana no se si nevará, en todo caso los ánimos puede que estén caldeados.

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