lunes, enero 04, 2010

Privacidad/Reyes.


Después de pasar unos días en el hospital, como visitante, llegué a la conclusión de que en el recinto faltaba privacidad y sobraba pudor judeocristiano. La suerte es que teníamos unos buenos compañeros de habitación. Si nos llegan a tocar algunas alimañas como las que había por allí, solo hubieran valido dos opciones: o el alta voluntaria o buscar unos potentes sedantes con los que acabar con semejante plaga. Pero yo llegué a estar un poco hasta las narices en momentos en los que tenía que estar saliendo y entrando continuamente del cuarto. Quizá esas entrañables enfermeras, con sus ínfulas de autoridad, se creen que yo tengo mucho interés en ver cómo desvisten a la señora mayor de la otra cama. Hay gente pa tó... Además, ¿de qué sirve la cortina de separación si no la usan? En momentos como esos uno vuelve el pensamiento hacia la sanidad privada.

Pudorosos del mundo, iros preparando al menos si queréis viajar en avión. Merced a la paranoia y al fanatismo enfrentados entre sí, quieren poner unos escáneres cachondos como los que anuncian en ciertas páginas de Internet, de esos que desnudan a la gente. Lo cierto es que las fotos que han salido por la tele no parece que vayan a acabar en Playboy... ¿Pondrán también detectores de erecciones entre el personal de vigilancia? A mí no me importa, pero, a este paso, me pregunto si inventarán los aviones nudistas, todos en pelotas y así no hay riesgo aparente. En ese caso, con un poco de mala suerte, quizá me tocase al lado de una señorita con muchas arrobas de más, como en uno de mis últimos vuelos. O con una gorda retrasada sueca, como la del último, prima hermana de las tres gordas retrasadas cántabras del hospital, merecedoras de matarratas en su bebida (quizá me pase de negativo, es lo que tiene empezar la última semana de vacaciones con muchas, muchas tareas también retrasadas)

¡Se acabó la fiesta! El sábado pasado fue la última. A eso de las seis de la mañana nos cayó una especie de diluvio universal, como si el agua fuera un castigo divino por nuestros pecados o, tal vez, un modo de lavarlos. Se me ocurrió una última perla, no sin cierta lógica: ¿por qué Dios no arruina nunca el Día del Orgullo LGTB con alguna tormenta imprevista o similar, algún tipo de escarmiento? Bueno, los movimientos conservadores se quejan de los tipos que se desnudan allí pero, aparte de por exhibicionismo y ganas de llamar la atención, la razón es que casi siempre hace un calor de la muerte. Claro, es a principios del verano, y ni Dios puede cambiar eso. Los cristianos, en cambio, celebran sus fiestas en invierno. Primero su versión Monopoly de la fiesta de la familia y ahora en Madrid, en la cabalgata de Reyes, quieren colar publicidad encubierta (aunque no explícita) ¿No se quejaban de las carrozas? Pues, hala, ya tienen su carroza. Los del colectivo Hazte Oír, que van a salir de cabalgata, igual en vez de caramelos lanzan muñequitos de fetos al público. ¡Quién sabe! Lo cierto es que los Reyes, como las Navidades, es una fiesta cada vez más secularizada. Yo mismo es posible que mañana por la noche esté solo en casa, pero no por ello dejaré de hacer de rey mago con ilusión infantil. Aunque los Reyes es un fiesta básicamente relacionada con los niños, no se por qué tienen que escoger dicho día para sus proclamas anti aborto. A mí tampoco me gusta el aborto (es una palabra intrínsecamente fea) y para ello no necesito ni ser cristiano ni montarme en una carroza. Bueno, al menos no tendrán que desnudarse, antes bien ir tapaditos...

Como me regalo yo a mí mismo, he escogido seguir la saga de Proust, en otra editorial, y también escogeré otros volúmenes de mi biblioteca para obsequiar a mis seres queridos. De forma platónica pediré a los Reyes, ya que son de esa zona, que a mi compañera (de clase) y a mí nos traigan un retoño en forma de trabajo de arabismos. Me conformo con que me lo traigan en un envoltorio de mediocridad, antes que de fracaso.

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